Contar es escuchar, de Ursula K. Le Guin



La belleza siempre tiene reglas. Es un juego. Me molesta el juego de la belleza cuando veo que lo controla gente que gana fortunas sin preocuparse por los daños que causa a terceros. Lo odio cuando veo que provoca tanto malestar que la gente se mata de hambre y se deforma y se envenena. Buena parte del tiempo yo misma me pliego al juego en muy pequeña medida, al comprarme un nuevo lápiz de labios, al sentirme contenta con una blusa de seda nueva. No me volverá hermosa, pero es hermosa en sí misma, y me gusta llevarla puesta.

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La naturaleza transitoria de las comunicaciones de la Red alienta una libertad parecida a la de las conversaciones privadas. Las habladurías, el cotilleo, la grandilocuencia, las citas sin contrastar y las respuestas insolentes corren libremente por el ciberespacio, reduciendo las habilidades y/o los filtros que se consideraban necesarios para escribir ficción y textos basados en los hechos. El carácter cuasioral, seudónimo y transitorio de la escritura electrónica alienta a abdicar con facilidad de la responsabilidad que corresponde a la letra impresa. Pero puede que esa responsabilidad esté realmente fuera de lugar en la Red. Una nueva forma de escritura debe desarrollar su estética y ética propias. Eso está por venir.

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En una novela bien escrita hay gran cantidad de ritmos. Juntos, con sus contrapuntos y sincopas y ligazones, crean el ritmo de la novela, que no se asemeja a ningún otro, como los ritmos de un cuerpo humano crean con su interacción el ritmo singular de un cuerpo, una persona.

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La relación entre el escritor y el lector se ve como una cuestión de control y sometimiento. El escritor es El Maestro, el que domina, controla y manipula el interés y las emociones del lector. A muchos escritores les encanta esta idea.
Y los lectores perezosos quieren escritores dominantes. Desean que el escritor haga todo el trabajo mientras ellos se lo quedan mirando, como si de la televisión se tratara.
La mayoría de los best sellers están escritos para unos lectores dispuestos a ser consumidores pasivos. Con frecuencia, los resúmenes de la contracubierta del libro señalan la capacidad coercitiva y agresiva del texto: no podrás dejar de leer, te golpeará en el estómago, te electrizará, te volará la cabeza, se te parará el corazón. Ni que estuvieran hablando de tortura con electroshock.
Los tópicos acerca de cómo escribir provienen de la escritura de este tipo y del periodismo: "Atrapa a los lectores en el primer párrafo", "Sorpréndelos con una escena chocante", "Nunca les des tiempo para respirar", etcétera.

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Los escritores no escriben "para" nada, ni siquiera por amor al arte. Escriben. Los cantantes cantan, los bailarines bailan, los escritores escriben.

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Los escritores y profesores que anteponen el mercantilismo a la calidad degradan al escritor y su obra. Los talleres literarios que anteponen la comercialización y los contactos a la calidad degradan el arte.


[Círculo de Tiza. Traducción de Martín Schifino]

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