Hablamos con Candaya, la editorial que apuesta por los autores latinoamericanos


Editorial Candaya. Olga Martínez y Francisco Robles son los editores de la Editorial Candaya, ubicada en un pueblo de Barcelona, que publica en su mayoría autores de Latinoamérica, con 101 títulos en su catálogo hasta el momento. Hemos hablado con ellos sobre su labor editorial y cómo están sobrellevando la crisis del sector del libro. Esto es lo que nos han contado. 






P.- Candaya, ¿qué sentís hacia El Quijote como para haber llamado así a la editorial, como el lejano reino donde se van Quijote y Sancho para acabar con el gigante Malambruno?

R.- Nos pareció una buena metáfora utilizar el nombre del reino imaginario de Candaya para identificar los sueños de nuestro proyecto editorial, del poder transformador de la literatura y de lo que queríamos que fuese esta aventura: desafiar a la lejanía y a los océanos, pero sobre todo a esa sucesión de perversidades políticas y económicas que durante tanto tiempo ha fracturado nuestras literaturas y ha distanciado a los escritores y lectores de los dos lados del Atlántico. Tenemos la convicción de que la única patria es la lengua y que somos una única literatura.

»Sobra señalar la importancia del Quijote como referente principal de la literatura escrita en habla hispana, pero también nos interesa de él esa capacidad de ensoñación, de aventura, de establecimiento de vínculos y de esperanza, de intensa relación con la lectura: a fin de cuentas, el personaje del libro de Cervantes es lo que es por su forma de leer y de vivir la lectura. Nosotros somos lectores antes que nada y queremos compartir con otros lectores los libros que nos han hecho sentir esa intensidad y esa aproximación a la aventura. Por eso, el catálogo editorial de Candaya es una mirada a la biblioteca personal que nos ha acompañado a lo largo de los años: como lectores, todos esos libros que nos han marcado, que han dejado sus huellas en nosotros y en nuestra forma de entender el mundo han dado forma a la aventura de Candaya y a cada uno de los libros que hemos publicado a lo largo de estos años. Esa lucha y ese viaje de un lado al otro del océano tiene como esencia el rasgo quijotesco: los libros como inicio y destino de una aventura de descubrimientos compartidos.
             

P.- Publicáis literatura hispanoamericana que no es conocida fuera de sus países, ¿qué país aparece más en vuestro catálogo?, ¿y el que menos?  

R.- A lo largo de los años hemos publicado 101 títulos en las diversas colecciones de Candaya, que incluyen autores hispanohablantes tanto de América como de España, y de muy diversas trayectorias. Por ejemplo, de entre los 11 autores argentinos que hemos publicado, el país más representado en nuestro catálogo hasta ahora, Sergio Chejfec posee una trayectoria reconocida y dilatada en su país, lo mismo que Fernanda García Lao, autora de Nación Vacuna, nuestra novela más reciente, pero ninguno de ellos había sido publicado en España; casos similares son lo de autores como Victoria De Stefano, José Barroeta, Juan José Becerra, Francisco Bitar.



Argentina es el país

más representado

en nuestro catálogo


P.- ¿Qué otros libros podemos encontrar en su catálogo?

R.- También hemos publicado muchos primeros libros, tanto de autores que viven en sus países de origen o que residen en España, apuestas arriesgadas en las que creemos y que nos parece que deben llegar a los lectores. Así lo hicimos con Mónica Ojeda, Tomás Sánchez Bellocchio, Eduardo Ruiz Sosa, entre otros. Conforme pasa el tiempo y podemos, por diferentes caminos, acercarnos a la literatura de cada país americano, intentamos incorporar nuevos autores y autoras a nuestro catálogo. Por ejemplo, hacia finales del 2018 tuvimos la oportunidad de visitar Ecuador y conocer a algunas de las voces más interesantes de la literatura actual de ese país: de ahí resultó la publicación de Siberia. Un año después, de Daniela Alcívar Bellolio, un libro intensísimo y brillante. Pero ese viaje sirvió también para conocer a Giovanna Rivero, una escritora boliviana a quien publicaremos el próximo año, y a la también ecuatoriana Gabriela Ponce, cuya novela Sanguínea saldrá, si todo va bien, dentro de muy poco tiempo. Así, pues, vamos sumando voces al catálogo de Candaya. El año pasado estuvimos en Puerto Rico y conocimos a Marta Aponte, un referente de la narrativa portorriqueña que pronto se sumará también a nuestra editorial.


P.- ¿Habéis publicado a autores de toda Latinoamérica?

R.- Desde luego hay países a cuya literatura nos ha sido más difícil aproximarnos, como algunos países centroamericanos, o como Colombia, quizás el gran ausente de nuestro catálogo, pero sabemos que Candaya tiene todavía mucho camino por recorrer y muchas voces por descubrir. Es un proceso lento, pero confiamos en que un día cada país de habla hispana tenga un representante en nuestro catálogo. No obstante, no perdemos de vista que la calidad que perseguimos en los libros para Candaya siempre está por delante de cualquier otra valoración, como la procedencia o la edad o el género, por ejemplo.  


P.-También publicáis nuevas voces literarias españolas, ¿qué tiene que tener un manuscrito para que le deis el visto bueno?   

R.- Nos interesa el lenguaje, las estructuras arriesgadas, el compromiso social y con el ser humano. Nos mueve una literatura que tenga la facultad de arañar lo más hondo, de asomarse a la oscuridad y a la luz, de resistir y salir de los atolladeros. Nos conmueve la literatura que mira de frente a los abismos y que rescata de ellos la reflexión necesaria para ser conscientes del mundo y de las diferentes realidades en que vivimos.
  
»Hay diversos elementos que son primordiales para determinar si un libro es, para nosotros, un libro Candaya. Por una parte, el compromiso con lo que somos y con el tiempo histórico en el que vivimos, una literatura que nos sacuda e incite a descubrir la complejidad del otro y a empatizar con él, como es el caso de Factbook, El libro de los hechos, de Diego Sánchez Aguilar, una novela que parte de la reflexión en torno al 15M. Nos interesa también, como decíamos al principio, el compromiso con el lenguaje, que exista una preocupación por el goce estético (por eso nos gustan tanto las novelas de aliento poético), que en cada capítulo y en cada estrofa haya una intención de crear belleza, como sucede, por ejemplo, con Caballo sea la noche, la primera novela de Alejandro Morellón, un texto muy breve compuesto en cinco capítulos construidos, cada uno, como una sola oración, con un ritmo y un aliento poético hipnóticos. Y finalmente podríamos decir que nos seduce la vocación de modernidad, la apuesta por una literatura que se reinvente constantemente, que huya del estancamiento y que busque, arriesgando cuando haga falta, nuevos caminos de expresión, así lo pensamos cuando publicamos Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo, que abrió tantas brechas interesantes en la literatura española de la primera década del siglo.





P.-¿Ocurre lo mismo con los autores españoles? 


R.- Los autores españoles de nuestro catálogo cumplen con estos elementos. Miguel Serrano Larraz, de quien hemos publicado dos libros de cuentos, Órbita Réplica, y una enorme novela, Autopsia, es una de las voces más singulares de la narrativa española contemporánea; Álex Chico, autor de Un final para Benjamin Walter y Los cuerpos partidos, dos novelas de ensayo-ficción, un género muy propio que condensa elementos de la novela, la crónica, el diario, el libro de viajes, el ensayo, y que han tenido un recorrido estupendo entre los lectores; Agustín Márquez, autor de La última vez que fue ayerJuan Soto Ivars, autor de Crímenes del futuro o Cristina Morales, autora de Terroristas modernos y recientemente reconocida con el Premio Nacional de Narrativa son otros ejemplos de voces jóvenes que nos han interesado muchísimo y nos siguen interesando.   


P.- Candaya se fundó en el 2004, ¿cómo fueron vuestros inicios? 


R.- La literatura latinoamericana está en el origen de Candaya y es, sin duda, nuestra principal seña de identidad, como corrobora nuestro catálogo: de los 101 libros que hemos publicado hasta ahora (marzo de 2020), 60 son de autores latinoamericanos: argentinos, chilenos, ecuatorianos, mexicanos, paraguayos, peruanos, venezolanos…, a los que se sumarán muy pronto, como decíamos antes, una autora portorriqueña y otra boliviana. 
Logotipo de la Editorial Candaya


P.- ¿Es verdad que la editorial nació, de alguna manera, gracias a un autor paraguayo?

R.- Candaya nació de una experiencia de fascinación, la que sentimos cuando conocimos y leímos al poeta paraguayo Elvio Romero y al novelista venezolano Ednodio Quintero, y de nuestra sorpresa al descubrir que estos dos magníficos escritores, clásicos contemporáneos indiscutibles en sus respectivos países, solo eran conocidos en España por un pequeño  grupo de iniciados, como Enrique Vila-Matas, que en varias ocasiones insistió en que Ednodio Quintero era el mejor escritor venezolano de su generación, o como Luis García Montero, que desde muy joven había leído y admirado la poesía telúrica de Elvio Romero. Sorpresa que se transformó en indignación cuando comprobamos que nunca, en los más de 500 años de historia compartida, se había publicado en España un poeta paraguayo.


P.- ¿Cómo fueron entonces vuestros inicios?

R.- 
Pensamos que había un vacío editorial que cubrir y hemos intentado crear un espacio de encuentro entre los escritores más comprometidos (con el lenguaje, con el presente, con el  ser humano…) y con más voluntad de riesgo, de acá y de allá, como decía Cortázar, y que ello sería nuestra manera de agradecer todo lo que Latinoamérica nos había aportado, pues a Candaya la precedieron, lógicamente, muchos años de lecturas americanas reveladoras y casi iniciáticas (de Onetti, de Saer, de Bolaño, de del Paso, de Piñeira…), y muchos viajes por el continente, especialmente a Guatemala, donde durante 7 años estuvimos muy implicamos en un hermoso proyecto de cooperación en una zona indígena, el Cerro Pecul de Sololá. Con el tiempo, este americanismo germinal nuestro (de Olga Martínez y Paco Robles, que fundamos la editorial en 2003) se ha visto enriquecido y reforzado por las aportaciones del resto del «equipo Candaya»: de Víctor Minué, que es chileno; del escritor mexicano Eduardo Ruiz Sosa;  del periodista Miquel Robles, que también conoce muy bien el continente (especialmente en su dimensión política) y de nuestro diseñador, Francesc Fernández que, aunque es catalán como nosotros, vive en Buenos Aires.     


»Así, pues, la literatura latinoamericana siempre ha estado muy cerca de nosotros, no ha acompañado y creemos que se comunica intensamente con la literatura española más allá de cualquier diferencia que pueda señalarse.              


P.- ¿Creéis que falta una conexión entre el sector editorial español y el latinoamericano?

R.- Hay muchos intentos por unir las dos orillas, sobre todo desde la presencia de los autores en festivales y ferias, pero nos hemos dado cuenta en estos años de que muchas veces son los organizadores de los eventos los que han leído los títulos publicados aquí o allá, y no el público lector en general. Incluso, en ocasiones, aun con la presencia de los autores y las autoras, puede ser difícil hacer llegar los libros a algunos lugares.





La editorial es una comunidad, y este distanciamiento 
con los lectores ha sido un proceso difícil 




P.- ¿Cómo es vuestra presencia en Latinoamérica? 

R.- Ahora mismo Candaya tiene distribución en México, con Tabaquería, en Argentina y Chile con Big Sur, en Bolivia con Milenio Libros, en Uruguay con Gussi Libros, en Ecuador con Mr. Books, en Colombia con ACLI y en Perú con Heraldos Negros. Esto nos ha permitido llegar a más lectores, aunque no sin dificultades. Nosotros hemos forjado el lugar de Candaya entre los lectores de la península a través de una constante, y muchas veces agotadora, serie de rutas de presentaciones, que a veces se extienden hasta diez o doce ciudades una tras otra, no solamente presentando el libro, sino buscando entrevistas con la prensa, encuentros con los autores y lectores locales que pueden ayudarnos a recomendar cada libro, y así es como a lo largo de estos 16 años hemos logrado una comunidad de lectores muy fieles y que va en aumento. Sin embargo, nuestra presencia en América no puede ser de esa misma naturaleza, y hemos de buscar otras formas de estar presentes. Cuando es posible asistir a algún evento en concreto como ferias o festivales literarios, desde luego que estamos dispuestos: hemos ido a Argentina, a Colombia, a Ecuador, a México, a diferentes actividades literarias, y algunos de nuestros autores han sido invitados también, pero sobre todo buscamos que los distribuidores y los libreros se conviertan en prescriptores, que recomienden nuestros libros, que los defiendan como nosotros. Es un proceso lento, pero estamos en él.


P.- Me imagino que también habrá contratiempos. 

R.- Es verdad que la principal dificultad es la distribución, desde luego, pero también ese enorme desconocimiento mutuo: muchos autores latinoamericanos no son conocidos en España y muchos escritores españoles no son conocidos en América, lo que hace que sea tan complicado ese recorrido. Es difícil explicar a qué se debe este desconocimiento, a veces parece que a día de hoy, en la era del internet y la comunicación, hay menos contacto que hace cien años. Pero gracias a aventuras como la nuestra, y la de otras tantas editoriales, está siendo posible que esas conexiones resurjan. Aún queda mucho trabajo por hacer, pero vemos un interés creciente y una voluntad por acortar esas distancias.    


P.- ¿A qué autor os gustaría publicar, el que sería vuestro sueño?

R.- No tenemos una preferencia sobre un nombre en concreto. Hemos estado hablando mucho sobre recuperar algunos autores o títulos de la tradición latinoamericana que ya no se consiguen con facilidad y que creemos que pueden interesar a los lectores, pero son tantos que es difícil elegir uno. Nuestro objetivo ahora es consolidar el sello Candaya, nuestras colecciones, el estilo de la literatura que publicamos, el perfil de nuestros autores. Nos alegra mucho que pronto se unan a nuestro catálogo, como decíamos antes, la narradora portorriqueña Marta Aponte y el escritor mexicano David Toscana, dos voces sólidas, intensas, que encontrarán su lugar entre los lectores, sin duda.



P.- Le dais mucha importancia al prólogo, ya que muchos de vuestros libros están comentados por un crítico. Yo echo en falta eso de editoriales prestigiosas, así que no es tan fácil encontrarlo. ¿Cómo se os ocurrió la idea?

R.- Como muchos de los autores, al principio de Candaya, no eran conocidos entre los lectores españoles, nos pareció necesario que un escritor o un crítico conocido aquí nos ayudara como prescriptor, que su identificación con el libro que nosotros publicamos, su opinión y su lectura, ayudara a los lectores a inclinarse hacia estas nuevas literaturas.


P.- ¿Hay un prólogo en todas vuestras colecciones? 

R.- Por diversas razones, la única colección en la que ha permanecido el prólogo es la colección de poesía. Creemos que la poesía establece un diálogo diferente, que ayuda al lector una intervención que pueda clarificar ciertas claves de lectura, que ayude al lector a ir un poco más allá en la lectura. Próximamente publicaremos un estupendo libro del joven poeta Juan F. Rivero, titulado Las hogueras azules, un delicado poemario próximo a las tradiciones orientales, cuyo prólogo fue escrito por la magnífica poeta Ana Gorría: en su prólogo no solamente elogia el libro de Juan, sino también expone algunos elementos que permitirán al lector aproximarse a los textos con más certidumbre. El prólogo es una puerta de entrada, pero también el modo de establecer complicidades, conexiones, entre distintos escritores y lectores.  



P.- Habéis sido profesores en colegios e institutos en barrios muy suburbiales de la periferia de Barcelona, ¿cómo se mueve la literatura en esas áreas?, ¿cómo la incentivaríais?  

R.- Durante 35 años (los últimos 15 compaginándolos con el trabajo de editor) hemos sido profesores en diferentes localidades de Barcelona. Primero en Sant Roc i Llefià, barrios muy periféricos y castigados de Badalona. Después en diferentes pueblos del Maresme, una comarca de costa (Arenys de Munt, Calella, Canet de Mar, Argentona, Vilassar de Mar) y posteriormente en Vilafranca del Penedès. Siempre en institutos públicos, muy golpeados por los recortes de la devastadora crisis económica de 2008, y a los que acude un alumnado muy diverso (hijos de médicos o de profesores universitarios convivían con hijos de familias muy humildes, muchas emigrantes de diferentes partes del mundo, que vivían situaciones a veces muy extremas: paro, desahucios, episodios de violencia de género, de maltrato infantil…). Y, sin embargo, esos años en que, en condiciones bastante adversas, tratamos de acercar a los adolescentes a las palabras y a los libros, a la lectura y a la escritura, estuvieron, por suerte, llenos de grandes momentos, de momentos de revelación en los que se produjo el clic y el interés por la literatura empezó a extenderse intensamente en el aula (muchas veces, sobre todo,  entre los muchachos de orígenes más precarios, que descubrían de repente que el mundo, que la vida podía ser  otra cosa).


P.- ¿Lo podrías ejemplificar? 

R.- Explico, a modo de ejemplo, tres de esos momentos, uno de cada época. Badalona, 1985: recorremos, con una clase de 8º de EGB, el barrio de la Barceloneta con los poemas de Alberti y Cernuda, y con Pura Rodríguez, comunista de 70 años, exiliada en la URSS más de tres décadas y ahora alumna entusiasta de la escuela de adultos. Canet de Mar, 2001: cenamos en el restaurante Macondo del barrio del Raval de Barcelona. Despedimos, a lo grande, un crédito variable de literatura hispanomericana que ha cursado durante tres meses un grupo de alumnos de 4to de ESO. En el nombre de los platos reconocen a Aureliano Buendía, a Úrsula Iguarán y hasta 30 personajes de García Márquez. Cuando llega la sobremesa cada uno lee un fragmento Cien años de soledad y los musicos Dídac Rocher y Carmen Castellano (profesora del centro) interpretan canciones latinoamericanas. Vilafranca del Penedès. 2015. Leemos y comentamos El Cántico espiritual, guiados por la lectura Jorge Guillén y por la voz de Amancio Prada. De repente en la clase irrumpe una lluvia de flores ( De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas,/haremos las guirnaldas,/en tu amor florecidas, y en un cabello mío entretejidas) y aparecen bandejas con vasitos llenos de jugo de granada: (“y allí nos entraremos,/ y el mosto de granadas gustaremos”).

»Y para acabar, tres observaciones más: 1. Un profesor de literatura tiene que ser, ante todo, un lector  apasionado y voraz, y estar muy convencido de que la vida sin libros sería inhabitable y terriblemente hostil (por desgracia no siempre es así). Las pasiones son siempre muy contagiosas 2. No es posible  enseñar sin emocionar. Un buen profesor de literatura es también un inventor de experiencias compartidas, de vivencias iluminadoras y gozosas. El rigor, la exigencia de rigor, viene después. 3. Un aula debe ser un espacio para la conversación, el pensamiento, la creación, el estudio. Y eso significa también tiempo, lo que en la práctica significa rebelarse ante la tiranía de unos programas irracionales (la historia de la literatura española –del siglo XI al XXI- en un solo curso de dos horas a la semana). Imposible disfrutar de un poema, de un cuento, de un libro si una clase está lastrada por la urgencia.


P.- Vayamos al coronavirus, ¿qué está suponiendo esta epidemia para vosotros como editorial?

R.- Al principio del confinamiento no sabíamos muy bien cómo actuar. Era evidente que el trabajo debía ralentizarse, hacerse desde casa, dedicar tiempo a leer originales, preparar libros para que estuvieran listos a la hora de la reapertura, etc. Sin embargo, conforme la situación se fue agravando, y del encierro y esa extraña forma de convivir con el espacio hogareño sin alternativa de salida, pasamos a las noticias de los cientos y miles de personas muertas. Durante un tiempo nos paralizamos. No participamos en muchos actos de promoción o de oferta cultural para el confinamiento, sentíamos que no era el momento. Pesaban mucho las malas noticias. Poco a poco, conforme la situación fue mejorando, volvimos a salir y a organizar actividades y participar con librerías también y a planear el regreso de la editorial con nuevos libros y, con el tiempo, otras actividades.

»Para nosotros, la editorial es una comunidad, y este distanciamiento con nuestra comunidad de lectores ha sido un proceso difícil, pero estamos encontrando maneras para reencontrarnos y volver con más fuerza.

»No hay que olvidar, y esto nos parece lo primordial, lo terrible de estos tiempos de enfermedad y muerte, de dificultades económicas, de cierre de librerías y espacios de cultura, de negocios tan variados, que han puesto o pondrán contra la pared a muchas personas. Todavía nos quedan por delante meses difíciles, pero resistiremos, estaremos unidos, porque esto es lo que ha identificado a nuestra aventura editorial, a nuestra aventura como lectores.


P.- ¿Qué os gustaría que cambiase en el sector editorial cuando todo volviese a la normalidad?

R.- Que hubiese un trabajo conjunto de editoriales y librerías para la recuperación y la reactivación. Que la comunidad de lectores prestara más atención y cuidado a las editoriales medianas y pequeñas, a las librerías de barrio, al tejido social y cultural que se ha gestado en torno a estas pequeñas empresas que no buscan el gran provecho económico, sino la supervivencia que permita otras formas de seguir publicando, escribiendo, leyendo.


P.- ¿Qué opináis sobre la campaña de algunas editoriales y autores de regalar libros durante el confinamiento?

R.- No nos parece una buena idea. En estos momentos eso supondría el camino más directo hacia la desaparición de librerías y editoriales como Candaya, que cada mes hacemos precarios equilibrios para poder sobrevivir. Reivindicamos el valor de la cultura como bien necesario y del que se tendría que poder vivir con dignidad. Incluso en tiempos de confinamientos, los libros, en su formato de e-book, estaban al alcance de cualquier lector  por 5 o 6 euros. ¿Por qué a nadie se le ocurre que el pan, las cervezas o las peluquerías sean gratis y los libros sí?


P.- ¿Qué novela de Candaya nos recomendaríais para superar el malestar de la pandemia?

R.- Antes de comenzar el confinamiento salió de la imprenta, y alcanzó a llegar a las librerías, Nación Vacuna, de la narradora argentina Fernanda García Lao. No es una novela, desde luego, que directamente se relacione con la situación actual, sin embargo, esa capacidad profética de la excelente literatura que, hablando del pasado, pronostica posibilidades de futuro, se despliega en Nación Vacuna  de una manera interesantísima, con un lenguaje irónico, llena de humor negro, intimidad, rebeldía y crítica social y política. Es una novela breve que sabemos que encontrará a sus lectores.


P.- ¿Y cuál va a ser la próxima novela que vais a sacar? 


R.- En cuanto nos sea posible lanzaremos Sanguínea, una novela de la escritora ecuatoriana Gabriela Ponce, y Las hogueras azules, un libro de poemas de Juan F. Rivero que ya mencionamos antes. Teniendo en cuenta la dificultad que, al principio de este regreso a las actividades, tendremos para organizar giras y presentaciones, esos libros con los que Candaya vuelve a la vida pública, en todos los sentidos, son los libros que queremos que los lectores apoyen, descubran, recomienden.



P.- ¿Nos podríais recomendar un libro que se enmarque en el oficio del maestro?


R.- Quizá, también, teniendo en cuenta las diversas aristas del confinamiento, la suspensión de las actividades escolares fue uno de los procesos de más difícil adaptación en muchas familias: las clases virtuales, los deberes, etc., y en buena medida hubo debates en las redes sociales sobre el sistema educativo y el papel de los profesores, del aula y de la escuela como un espacio no solo de formación académica. Por eso pensamos que Esperando no se sabe qué. Sobre el oficio de profesor, del filósofo y profesor Jorge Larrosa es una lectura que puede ayudarnos a repensar la escuela, repensar la educación, se trata de un ensayo sobre el amor a la escuela, a la enseñanza, a esa experiencia compartida que es la enseñanza.


P.- ¿Y una novela? 


R.- Por último, uno de los libros por los que más hemos apostado el año pasado es Siberia. Un año después, una novela de Daniela Alcívar Bellolio que, si bien retrata la historia de una pérdida terrible, la muerte de un hijo apenas al nacer, una experiencia terrible y profundamente dolorosa, también es un libro que se nutre muchos de las compañías resistentes que nos ayudan a sobreponernos, de la amistad y el deseo (en muchos sentidos) por la vida, que es, creemos, lo que ahora nos toca manifestar, ese deseo por volver a encontrarnos y seguir en compañía.


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