EL DISIDENTE



ENERVADO por mi mundo decidí una tarde despedir su turbulencia. El esplín, la frustración y la derrota detonaron en mi alma la explosión. Comencé por despojarme de mis falsos atributos y, purificado, quise hollar nuevos senderos. Con frecuencia tornábase abrupto el camino y se hacía difícil avanzar. Extraños individuos lo surcaban: misántropos y opiómanos, profetas, visionarios y suicidas. Y a todos llamaban disidentes. Marginados por la vida se identificaban como outsiders y formaban una logia para defender sus intereses. Lo grotesco, lo perverso, lo esotérico y salvaje era su consigna, aunque cada cofradía lucía un estandarte. Caminé con ellos una parte del sendero, pero pronto mis pasos se tornaron otra vez vacilantes. Hasta que una tarde, agotado por su mundo, decidí auxiliar de nuevo a mi conciencia. Una vez más me desnudé y emprendí el exilio. Descubrí entonces otra senda inexplorada y en ella me adentré sin que ninguno me siguiera. Pero todos me llamaron disidente.


Vicente Muñoz Álvarez,
de Marginales (Lclibros, 2020)



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