Un día más con vida. Kapuściński en la encrucijada

Un día más con vida (Another Day of Life, 2018), de Damian Nenow y Raúl De la Fuente, fue una de las películas más premiadas de 2019: entre muchos otros, recibió el Goya y el Premio del Cine Europeo a la mejor cinta de animación, fue Premio del Público en el Festival de Cine de San Sebastián, ganó un Premio Platino del Cine Iberoamericano, etc. La película es una coproducción europea (España, Polonia, Alemania, Hungría...) que recurre a ese estilo de animación naturalista a partir de actores reales que ya hemos visto en películas estupendas, como Vals con Bashir, y que se adapta como un guante a historias de tono documental y biográfico como la que nos ocupa.
La película relata los turbulentos episodios que sucedieron a la independencia de Angola en 1975. Cuando Portugal decidió cerrar su etapa colonial, el país africano se convirtió en una pieza geoestratégica dentro del escenario global de la Guerra Fría que enfrentaba a Estados Unidos y la Unión Soviética. Mientras que las fuerzas populares comunistas de liberación del MPLA recibían armas y dinero soviético en su búsqueda de un conflicto revolucionario a gran escala, la CIA financió secretamente a los sanguinarios ejércitos paramilitares del FNLA y UNITA, responsables de numerosas matanzas de campesinos y de la aniquilación de pueblos enteros. En medio de este escenario prebélico surge la figura de Ryszard Kapuściński, uno de los nombres míticos del periodismo de guerra del siglo XX. 
Somos grandes admiradores del reportero y novelista polaco. Sus libros se leen como los testimonios lúcidos y perturbadores de un testigo directo de la Historia; y se disfrutan como la mejor novela posible de aventuras. Como suele suceder con los elegidos, el éxito y el prestigio del periodista no se vieron exentos de polémicas. Desde antes de su muerte hubo voces que le acusaron de novelar la realidad y de rellenar los huecos de sus vivencias reales con anécdotas efectistas, no siempre de primera mano. Se le acusó de intervenir activamente en los sucesos de aquellas historias (de la Historia) que luego habría de relatar en sus libros; de romper la objetividad equidistante del cronista y sobrepasar la línea deontológica del observador imparcial. Nos importa poco, la verdad. Todavía no hemos encontrado una manera mejor de intentar entender el laberinto africano del siglo XX, su tortuoso e inacabable proceso de descolonización, sus matanzas sanguinarias, la huella viscosa de la explotación europea, la historia infame de sus sátrapas y tiranos genocidas..., que leyendo a Kapuściński. En novelas-reportaje como Un día más con vida, Ébano, El emperador o El Sha, el autor arrojó luz sobre las sombras de las políticas silenciadas, las guerras fratricidas y los procesos intervencionistas que derivaron en cientos de miles de muertos. El humanista y el periodista comprometido han sobrevivido y se han impuesto a las reticencias generadas a su alrededor.
Un día más con vida combina su animación naturalista con imágenes reales de archivo y fragmentos de cine documental protagonizado por algunos de aquellos hombres que acompañaron al periodista polaco en su peligrosa epopeya angoleña. Personajes como Artur o Luis Alberto nos ayudan a entender el impulso temerario que llevó a Ryszard Kapuściński a viajar desde Luanda hasta el sur de Angola, territorio minado debido a los enfrentamientos armados y las emboscadas que se sucedían entre las dos facciones enfrentadas; pero, al mismo tiempo, el lugar donde encontrar al mítico Farrusco, el líder guerrillero que inspiraba a muchos de los rebeldes angoleños, un ex-paracaidista portugués que cambió de bando y decidió quedarse en Angola y combatir por ella y por sus gentes después de que su país la abandonara.
En el sur, Kapuściński fue testigo de la invasión del ejército sudafricano (la Sudáfrica del apartheid) apoyadas por la CIA. Fue testigo, igualmente, de la ayuda militar que Angola recibió de Cuba, y, entre uno y otro episodio, se vio obligado a tomar una de las decisiones más trascendentales de su vida. La película indaga con lirismo y con tensión en esa zozobra interior del protagonista. Un lirismo que aparece en la cinta cada vez que el relato objetivo de los acontecimientos se ve sobrepasado por la duda del ser humano, por la introspección inevitable del reportero que se siente impotente en medio del caos (la "confusão") que durante décadas invadió el destino de Angola y sus gentes: "Sabía que presenciaba acontecimientos que iban a marcar el destino de la humanidad durante generaciones, siglos incluso: el nacimiento del Tercer Mundo".
Como le sucedería muchas otras veces a lo largo de su carrera, el periodista sobrevivió milagrosamente a su obstinada temeridad y dio sentido al cliché: vivió para contarlo. Lo hizo en su primer libro Un día más con vida, del que la película de Nenow y De la Fuente toma su nombre. La película funciona como el relato sincero de aquellas vivencias iniciáticas, pero también como un homenaje al hombre que Kapuściński llegó a ser: el cronista íntegro, valiente y comprometido que siempre supo elegir el ángulo correcto para contar la historia, su historia.
Me identifico con los humillados y ofendidos, entre ellos me encuentro a mí mismo. La pobreza no tiene voz. Mi obligación es lograr que la voz de estas personas sea escuchada. Ésta es mi misión.

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