ARQUITECTURAS Y EXUDACIONES por CELESTE PÉREZ FERNÁNDEZ




ese rayo oscuro,
que un día entró
sigiloso por la ventana
ahí está,
puntual a su no amanecer,
construyendo su nido

*

lo que conlleva tu nombre:

el arrebato,
el delirio,
el entusiasmo,
el frenesí,
la vehemencia;

y tu sombra
que aviva mi sombra

con sus perlas,
con sus lodos.

*

Estas auroras sicarias,
tanta munición
entre costilla y costilla.

Eres tú en mí,
y mi alma en féretro.

Y los buitres en pasto.

*

A veces, te arrancas el corazón. Observas su morfología, su sintaxis, su pálpito de no decir.
Y forjas el íncipit: lo que ha asolado por aquí, aquí se queda.
Y un folio ceniza cae al suelo.

*

Estos gatos ilusorios que me lamen se retuercen de dolor. Les incito restos de heridas y comen de mi ardor invisible. Su ansia es mi calma hasta que uno me nombra el pecho y fija sus huellas. Muerto de pánico en ayuno, con la lengua envenenada entre mis vísceras, es entonces cuando sé que estás ahí.

*

En los bordes de los ríos,
el movimiento de los peces
son los versículos de la duda;
la escamas, evangelios.

Siempre han sido así
las tardes en las que no corre el aire,
las apocalipsis que acechan.
El "todo es relativo",
hasta que lo relativo
deja de conjugarse.

Y las múltiples espinas
que flotan sobre la brevedad:

"¿qué fue primero de la inquietud,
el agua o el verbo?"

*

los poemas
cuando ya no duelen,
cuando ya no respiran;

y el chirrido lechoso
de la próxima úlcera nácar


Celeste Pérez Fernández

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