Orán ya no te quiere

Orán ya no te quiere, Carlos Erice Azanza, Editorial Traspiés, 312 páginas, 2015.


Existen cajones de la historia en los que la literatura ha buceado poco, pero cuya potencia olvidada es todo un filón. Cuando alguien los abre y navega por ellos puede conjugar la recuperación de momentos clave con altas cotas de reflexión. Uno de esos cajones es -Camus mediante- la compleja y sangrienta descolonización de Argelia.
La acción de Orán ya no te quiere se abre con un atentado de la OAS (la temida Organisation de l'Armée Secrète) al que se regresa en los capítulos finales, cerrando el círculo de una historia bien contada. La obra de Carlos Erice da lo que promete –lo cual no es poco, todo lo contrario- envuelto en unas formas que son muestra de dominio del lenguaje. No en vano utiliza varias voces y diversas maneras de aproximación a la trama a través de las mismas. El diario de la joven pamplonesa Leire Aranguren está construido en una verosímil y personalista primera persona, los recuerdos históricos de su abuelo Peio con un narrador omnisciente, y algunos de los pasajes en los que la nieta visita a su familiar aparecen con una ágil y decidida segunda persona. El estilo varía según los pasajes, pero hay un predominio de eficaz sobriedad, frases cortas, repeticiones rítmicas y sonoras, cierta sequedad en las construcciones y significados sobreentendidos. Todo ello inundado de una sugerencia muy agradable en la lectura y de una belleza puntual bien escogida y tratada.
La novela es eminentemente histórica, pero conjuga elementos de thriller y espionaje. Lo que sin duda poseé son múltiples planos de lectura. Por un lado está el evidente: El abuelo que en los momentos finales de su vida se desahoga con su nieta. Le cuenta su nada menor peripecia vital desde los albores de la Guerra Civil hasta su regreso a Pamplona. En el trayecto se ha convertido en veterano de la contienda española, de la II Guerra Mundial y ha tomado parte en la defensa de la Argelia francesa. Muchos Pied noirs, franceses residentes en aquel pedazo de África, llevaron a cabo una lucha inútil por mantener una forma de vida abocada a su fin. No tuvieron otra salida. No es poco el recorrido humano, social e ideológico que todo ello supone. En este mismo plano de lectura, pero realizando un salto cronológico, está la vida de la nieta Leire, camarera curtida en las lides actuales de una capital de provincia con mucha vida propia. El necesario enlace de la actualidad narrativa y del pasado de esta ficción lo dejamos a la suerte de aquellos que decidan aventurarse en estas letras. No les defraudará. Mehdi, un emigrante que toma café en el local donde trabaja Leire y trata de conquistarla con su mirada, jugará un papel fundamental en dicha vinculación. Sus intenciones son mucho más complejas de lo que podría parecer.
Otro plano de interpretación es el de la significación de los lugares donde el autor sitúa la acción. En estas páginas podemos reconstruir los Sanfermines previos al inicio de la Guerra Civil, recorrer las calles con los protagonistas y hasta sentir un encierro junto a ellos. La labor de reconstrucción física y simbólica del espacio es espléndida. Hasta la salida de Peio Arganguren de la ciudad y su posterior filiación por el bando republicano son tan accidentales como denotativas de lo que fue aquel conflicto en la capital navarra y en el resto del suelo patrio. Del mismo modo, recorremos junto a Leire, su amiga Susana, Mehdi y sus compañeros de piso, y el abuelo Peio una Pamplona actual. Podríamos decir que hay un gusto sobresaliente por ubicar locales, calles y monumentos donde se come, se bebe, se siente y, en definitiva, se vive. Se trata de una suerte de historicismo gastronómico o turismo literario y vital. Dan ganas de lanzarse a los locales donde, por ejemplo, se toman una copa Leire y Susana. Es un paisaje claramente vivido que consigue, como una buena película, que amemos la vida (y esa vida en concreto).
Quizá la dimensión más profunda del libro sea la que hace referencia al sentido del recorrido vital de Peio. Aranguren hace la guerra con la República. Es, por tanto, un perdedor de libro, pero sus miserias no acaban ni mucho menos con el final de la contienda. Verá los campos de refugiados en Argel, ingresará en la Legión extranjera y será testigo de las diferencias entre los partidarios de la Francia libre de Vichy y de los fieles a De Gaulle. Narrará la creación de La Nueve, la famosa unidad del Comandante Leclerc formada por republicanos españoles, y verá estallar la paz y la esperanza de una nueva vida en Orán, donde nacerá su hijo. De ahí a la independencia de aquel lugar hay poco trecho en años, pero mucho camino en emociones y vivencias. Jalonando aquel recorrido hay reflexiones profundas sobre el pasado, sobre el presente y sobre la naturaleza misma del ser humano. La ausencia de maniqueísmo es una constante en la obra, y en la realidad histórica. Los sucesos de la intra historia nos llevan a descubrir las motivaciones reales, ajenas a los ideales o apegadas a ellos, de las grandes decisiones. Descubriremos las disputas internas de los franceses en Argelia, las crueldades del FLN y de los famosos generales golpistas contra De Gaulle. Traiciones y fidelidades tan vivas como la historia más reciente de nuestro país o de cualquier otro pedazo de tierra sobre el que se asiente una familia tras otra. Es un camino cierto que llevará a Aranguren a acabar militando en las filas de la OAS.
Todo lo demás, que no es moco de pavo, tendrán que descubrirlo en las páginas de Oran ya no te quiere, una novela sincera con mucho trabajo de documentación detrás y una innegable voluntad de estilo literario propio.


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