
Le dije que la alfombra mágica se encontraba al otro lado de la trampilla. ¡Ábrela! dijo él, todavía con los labios teñidos de pastel. Pero abrirla, qué insensato, pues si la abríamos corríamos el riesgo de que dejara de existir.

Le dije que la alfombra mágica se encontraba al otro lado de la trampilla. ¡Ábrela! dijo él, todavía con los labios teñidos de pastel. Pero abrirla, qué insensato, pues si la abríamos corríamos el riesgo de que dejara de existir.