10:04, de Ben Lerner


Éste fue uno de los mejores libros que leí el año pasado. Superior a su anterior novela, Saliendo de la estación de Atocha (que ya recomendé por aquí). Magistral en su composición y en su talentosa mezcla de realidades y ficciones. 10:04, el título, alude a uno de los relojes de Regreso al futuro, referencia con la que, ya de entrada, Ben Lerner me ganó. Dado que lo leí hace meses y fui posponiendo mis comentarios porque quería copiar primero bastantes fragmentos del libro, ahora me encuentro con que me da pereza analizarlo en condiciones. Es una extraordinaria obra sobre cómo el cine y la literatura pueden inmiscuirse en nuestras vidas y cómo puede suceder también al revés. No os la perdáis. Unos extractos:

Mientras lo leía experimenté una sensación que comenzaba a resultarme familiar: el mundo se reordenada a mi alrededor mientras yo procesaba palabras de una pantalla de cristal líquido. Tantas de las noticias personales más importantes que había recibido en los últimos años me habían llegado a través de un Smartphone mientras estaba en una ciudad extranjera que podía trazar un mapa, podía representar espacialmente los acontecimientos principales, por así decir, de mis treinta y pocos años.

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Bernard y Natali estaban siempre trabajando y nunca trabajaban, es decir, estaban siempre leyendo y escribiendo cuando no estaban presentando a otros escritores; no existía división alguna entre trabajo y placer; sus días no se estructuraban de manera convencional; la casa no estaba sujeta a los ritmos cotidianos sino a la peculiar duración de lo literario.

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Es siempre una proyección al pasado la idea de que existió un momento concreto en que decidiste convertirte en escritor, o la idea de que un escritor o escritora está en posición de saber cómo o por qué se convirtió en escritor, si es que tiene sentido pensarlo como decisión, pero por eso puede resultar una cuestión interesante, porque es una forma de pedirle a un escritor que escriba la ficción de sus orígenes, de pedirle al poeta que cante la canción de los orígenes de la canción, que es una de las tareas más viejas del poeta.

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[…] la prosodia y la gramática son el material con el que construimos el mundo social, una manera de organizar tiempo y significado que no pertenece a nadie en particular, sino que corre por todos nosotros.

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No deberías escribir sobre falsificar el pasado. Deberías encontrar la manera de vivir el presente.

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[…] no hay nada en el mundo, pensé para mí, más viejo que lo que era futurista en el pasado.

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Digamos que fue estando allí de pie cuando decidí reemplazar el libro que había propuesto por el libro que ahora estáis leyendo, una obra que, como un poema, no es ni ficción ni lo contrario, sino un parpadeo entre ambos; decidí alargar mi relato no para convertirlo en una novela sobre el fraude literario, sobre inventarse el pasado, sino en un presente real con múltiples futuros.

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-¿Quieres que me ponga nostálgica? ¿Ya?
-Podrías prever la nostalgia.
-Podría anhelar la nostalgia. Ansiar el momento en que ansiaré el pasado.
-Me alegro de que no estés triste.
Yo estaba triste.

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[…] Y ahora gran parte de la información nos entra por la piel. Por los poros. Los poros son los poetas de la piel. ¿Quién lo dijo? Y la gente intenta robarlos, silenciarlos. Supongo que yo también.


[Reservoir Books. Traducción de Cruz Rodríguez Juiz]

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