Territorios. Rafael Espinosa.











Si creen que al mirar fotos
estoy buscando el pasado, se equivocan.
Déjenle ese error a mi padre, enmarrocado
hace tres décadas en una mala jornada
que llenó sus efectos de garúa.
Nadie quiere recordar, ni siquiera
urbes con canales.
No ejerzo propiamente el mirar. Lo que hago
es reconocer
en las fotos un postulado, una capa de caramelo
presente ahora mismo acá pero que no encuentra
un sitio. El problema,
cómo no, es de propiedad privada.
Sencillamente existe una huerta
de mi mente que no me pertenece
y que me es prohibido recorrer como un cuerpo vivo.
La paseo nada más con mi poncho
de espectro, en un estado de muerte
al que da lo mismo llamar museo del pasado
o parque del futuro.
Y me regala un bien, y me clava un mal
pues ¿no soy un sujeto del mundo natural?
La huerta excluye al presente y sin embargo
parece explicarlo. Pero no subsiste
mientras converso con mi madre
y sus violetas africanas, sorprendentes
e introvertidas, rehúsan
ofrecer otras versiones de la realidad.
El mundo contiene un agujero, mirar
fotos es caer dentro. Al lado la madre
suma y llora o ríe y los sobrinos
corren. Ellos viajan, las lágrimas
de mi madre viajan como caídas
de un nevado, el Cholo, muerto,
viaja, el pez espada lo lleva a una isla-
spa de la que no regresará.
Pese a todo, mis dopaminas permanecen
inmóviles, admiradas de que el canal
vaginal de las flores no produzca
en mí histeria colectiva y cánticos. Debo
haber visto muchas flores, debo
haber sufrido mucho hasta que solo
me quedó un sentido para la redundancia.
las abejas viajan, los aviones de guerra
viajan, los depósitos por internet
viajan. Son polinizadas las enredaderas,
los misiles caen como polen.
Yo persisto hablando,
formándome un charco, protegido
por percepciones antiinflamables;
envuelto en un trato demasiado justo
con las cosas como para que irrumpa
un anhelo. Mi madre me entrega
unas llaves con borlas. Abro
y veo: cielo fumigado y videos, moviéndome
sin moverme, mi alma camina
en una faja para hacer jogging.

Madre, soy la máquina de un gimnasio.
Y ya te dije – desde que mi hijo
se fue a recoger guijarros por el planeta,
y mucho antes, desde que el desamor se convirtió en un trotamundos
alrededor de mi cabeza, el presente se ha instalado.
Aun así, bajo su carne adiposa, te Amo. El presente
es para los que le son más veloces.
la brisa, el sexo. O el sabio.
Me gustaría ser una radio.



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