Rwenzori, de Juan Gil Bengoa


Cielo azul mecido entre espigas,
soplo de brisa, colchón de tierra,
lecho eterno de zumbidos aéreos.
Brillo acariciante del sol, canto de chicharras,
vuelo de mirlos y torcaces.

Apenas un suspiro y el cielo
se incendia sobre la alfombra del campo.

Alguien ha dicho que puedo morir esta noche.

**

Deseo que me habite la penumbra.
No quiero familiares a mi lado
ni besos de asco y compromiso.

Sé que en la planta superior hay bebés naciendo,
sorteando sus cabezas rosadas el limbo
para oír nítido el gemido de sus madres.

Tras la cortina, mi vecino purulento e insomne,
de regreso a una infancia de orina y llanto,
se estremece bajo la arruga del tiempo.
Me inquieta su tenebrosa presencia;
si me transfunden sangre, el espejo turbio
de sus ojos me implora cambiar de planta
y saquear la residual placenta.

**

¿Qué es un pulmón manchado?
¿Es de una fábrica la herencia
que se expande como una protesta
o disminuye como un salario?

Algo tan íntimo que alimentas a pesar de todo,
inflamación que ocupa y altera,
caverna móvil en la pantalla de un escáner,
nido vacío, parque desolado.


[Ediciones de La Isla de Siltolá]

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