LA GRAN BELLEZA

Yo quiero estar ahí sentado junto a Gep Gambardella. No hace falta que me diga nada, me conformo con que me deje acompañarle una noche, tan solo una. No envidio sus fiestas, sino los lugares donde se celebran. Prefiero sus paseos vespertinos de vuelta a casa a sus contoneos sesentones con jovencitas límite. No quiero sus chaquetas, sino el porte mundano con que las luce.

Comparto su indolencia y su arte para balancearse en una hamaca sin derramar el whisky. Me gustaría saber qué se siente al tener veneno en la lengua y el antídoto en la sangre. Me resulta indiferente su entorno insustancial, solo quiero disfrutar de la vida siendo consciente de que todo es un truco, nada más que un truco. Cháchara y ruido… Bla, bla, bla. Quisiera ser él sin serlo, tener su voz y su cinismo, disfrutar del disfraz de su frivolidad por un tiempo y desnudarme cada amanecer mientras miro el mar que imagino en mi techo. Quiero vivir sin arrepentirme de un “no hacer” y suplirlo por los errores de un “lo hago”.

Me voy, esto se acaba, y lo hago sin despedirme, como hace Gep. Simplemente me pongo las manos a la espalda y desaparezco mientras paseo por el Tíber. Supongo que en algún otro momento nos encontraremos.




“Estamos todos bajo el umbral de la desesperación. No tenemos más remedio que mirarnos a la cara, hacernos compañía, y tomarnos el pelo. ¿O no?”

Gep Gambardella

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