Trastos, recuerdos. Una biografía de Wislawa Szymborska, de Anna Bikont y Joanna Szczesna


De Wislawa Szymborska yo sólo había leído poemas sueltos, aquí y allá. Me interesaba su figura, su compromiso, y sobre todo esa especie de imagen de dama entrañable a la que no dudaría en abrazar. Y esta biografía, que salió hace poco a la venta, me ha servido para mis propósitos: conocer su vida y su obra. Creo que quienes traducen los poemas que las biógrafas introducen en el libro no son las mismas que tradujeron las obras en verso de la autora, pero da lo mismo porque la traducción de este poema, por ejemplo, me gusta mucho:

Para escribir un currículum

Se debe escribir una solicitud,
y a la solicitud adjuntar el currículum.

No importa cuánto dure la vida,
el currículum ha de ser breve.

La concisión y selección de los hechos es obligatoria.
Los paisajes deben convertirse en direcciones
y dudosos recuerdos en fechas inmóviles.

De todos los amores, basta con el matrimonial,
y en cuanto a los hijos, sólo con los nacidos.

Importa más quién te conoce que a quién conoces.
Los viajes, sólo si son al extranjero.
Los vínculos sí, pero sin el porqué.
Y las condecoraciones sin el mérito.

Escribe como si nunca hubieras hablado contigo mismo
y siempre te hubieras visto desde lejos.

Ignora perros, gatos y pájaros,
trastos y recuerdos, amigos y sueños.

Como vemos, del último verso extrajeron el título. La de Szymborska no fue una de esas vidas de mártires, con grandes peligros y aventuras y sufrimientos y privaciones. Pero contiene numerosos detalles que la convierten en una biografía amena e interesante: fragmentos de cartas, poemas, declaraciones en entrevistas, confesiones a las biógrafas, extractos de sus críticas y reseñas y, especialmente, fotos, muchísimas fotos, de tal manera que a veces parece una biografía visual. Me gusta el humor fino que se gastaba la dama. Y la poca importancia que dio a los galardones:

Nunca le importaron los premios: "Me alegraba sobre todo no encontrarme entre los galardonados con los premios estatales", nos dijo. "Sé que algunas veces estaba entre los candidatos, pero siempre aparecía alguien importante que votaba en contra. No conozco sus nombres, pero les estoy muy agradecida".

Su lucidez está presente casi en cada página:

Los candidatos a escritores a menudo se mostraban tercos y determinados. Decía Szymborska:

"A veces me pesaba mucho la cantidad de textos que tenía que leer. Por otra parte, la poesía es el género que atrae a gente perturbada. Un loco no escribiría una crítica literaria, así que a Maciag no le invadían los críticos. Recuerdo a un joven y talentoso poeta. Tuvo un buen debut y consideraba que teníamos que publicarle cada semana. Por desgracia, padecía esquizofrenia. […]"

Y tampoco faltan sus dardos:

Szymborska nos dijo: "Al final me cansé de frecuentar los congresos de poetas. Un poeta, muy bien, dos poetas bien, pero cien poetas, es ridículo. Hace mucho que renuncié a participar en esa clase de eventos".

La biografía, además, nos descubre aspectos que yo ignoraba totalmente, como su amistad con Stanislaw Lem, Zbigniew Herbert o Czeslaw Milosz. Nos revela sus respuestas ingeniosas:

Antes de embarcarse en uno de sus viajes, cuando le preguntaron si ya tenía todas las cosas indispensables para emprenderlo, replicó: "En un viaje lo único indispensable es el billete de vuelta".

Nos cuenta cómo era consciente de quiénes eran sus lectores:

"A mis lectores la vida no les va demasiado bien. No creo que me lean en chalets con piscinas, fuentes y todo ese tipo de artilugios. En absoluto los imagino allí. Mi lector, si compra el libro, mira en el monedero cuánto dinero le queda".

La poca importancia que le dio al Nobel, parte de cuyo dinero donó:

-Con el Premio Nobel está relacionado el dinero, mucho dinero, más de un millón de dólares, ¿no se le ha pasado por la cabeza que teniendo tanto dinero ya no tendría que escribir más?
-Ningún dinero sustituirá a la mágica fuerza, al sufrimiento y al placer de escribir –contestó la poeta riéndose.

Y tampoco faltan anécdotas sobre su secretario, un hombre joven que hizo mucho por ella, que la ayudó a partir del dolor de cabeza y la falta de tiempo que vienen aparejados con la concesión del Premio Nobel. Con una de esas anécdotas cierro el comentario sobre esta biografía:

Wislawa nos confesó que su secretario había inventado una fórmula estupenda de respuesta negativa que, por desgracia, no podía utilizar porque nunca sabía si la otra parte tenía o no sentido del humor: "Será un placer aceptar su propuesta cuando sea más joven".


[Editorial Pre-Textos. Traducción de Elzbieta Bortkiewicz y Ester Quirós]

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