Paulo Coelho: primera sangre

Liberad al Kraken
Por: Sir Francis Kraken

krakenSaludos de nuevo, amigos y amigas visitantes. Ya estaba tardando demasiado en poner mis tentáculos en este autor concreto: Paulo Coelho. ¡Cómo voy a disfrutar con esto! En el día de hoy voy a escribir específicamente sobre El Alquimista, una de estas obras que dejan bien claro el poco criterio que existía en una década durante la que el pelo cardado y las hombreras eran lo que más se llevaba.

Esta obra nos habla de Santiago, un joven andaluz al que le entra la inquietud por ver mundo y por eso se hace pastor. En el mar no hay ovejas, pero creo que no es necesario ser versado en la materia para saber que, para pastorear en solitario, primero habría que adquirir una experiencia que nos cuesta creer, dado que el chico sabía bastante en materia de cultura. Si es tan joven como nos hacen creer, no entiendo de dónde ha sacado el tiempo. Bueno, pues resulta que se va para Tarifa pensando en la hija del comerciante al que le va a vender la lana.
Sinceramente, para eso creo que sería más lucrativo ir a la sierra, no a la costa. Durante el trayecto tiene un sueño y, en el colmo de los tópicos, consulta a una gitana. Esta le dice que, dado que ha soñado con un tesoro en Egipto, ahí debe irse. Ya sabéis, niños: si soñáis que podéis volar es porque tenéis que saltar por la ventana. Aunque eso no es lo más sorprendente, sino que Santiago, tan culto como es, no sabe dónde está Egipto.

La historia prosigue con una sucesión de majaderías, relleno y obviedades que poco nos agradan. Al menos a mí. Se encuentra a un Rey salido de la nada que le dice que cumpla su Historia Personal. La verdad es que a estas alturas poco le debe importar ya al muchacho la hija del comerciante porque resulta que vende todas las ovejas y se va hacia África. Coelho tiene un problema con el factor sorpresa: que no lo tiene. Previsible cuando le roban el dinero en varias ocasiones hasta que termina el libro. Lo que no es tan previsible es que cuando se lo roban la primera vez se alegra. Curioso mozo este… Como se queda sin dinero, se tiene que poner a trabajar de cristalero para poder seguir con su cruzada. Pero dura pocas páginas y se une a una caravana que cruzaba el desierto, donde conoce a un alquimista inglés que le sigue formando en su búsqueda, puesto que le dice que el hecho de que pudiese hablar con sus ovejas era también el Lenguaje Universal, o sea Alquimia. Sí, rebuscado a más no poder.

Llegan a un oasis donde se vuelve a enamorar y allí vuelve a tener otro sueño premonitorio que salva a la tribu que se encuentran de ser arrasada. Casualidad que allí había otro alquimista más. Santiago tiene la duda de si proseguir con su historia personal o quedarse con Fátima, su nueva amada. El Guerrero Alquimista de la tribu le dice que no se preocupe, que ella le esperará. Ligeramente machista, Paulo… Dicho esto, Santiago y el alquimista recién conocido se vuelven a poner en marcha. Durante el camino son interceptados por otro clan, que los cree espías y pone a prueba a Santiago, que debe convertirse en viento en un plazo de tres días. Aquí llega la mayor flipada de este señor: Santiago llega a encontrarse con Dios que lo convierte en viento. La impresión que causa este hecho casi enmascara la forma sosa en que el clan enemigo les deja en paz.

El alquimista y Santiago prosiguen su camino hasta llegar a un monasterio, de los que no abundan por esa zona, según tengo entendido, donde como el que no quiere la cosa le enseña a convertir el metal en oro, haciéndolo con tres barras. Se ve a la legua cuál es el destino de la tercera barra, igual que la de Santiago. Camina tres horas hasta llegar a las pirámides que salían en su sueño y allí ocurre lo que se esperaba: unos maleantes (que para mí son héroes, puesto que Coelho consigue que la gente odie a su protagonista) le pegan una paliza y le quitan el oro. En lugar de decirles de todo menos bonitos, va el muchacho y les cuenta su sueño. Lógico, muy lógico. Pero da la casualidad de que uno de “los malos” ha tenido otro sueño en el que salía una iglesia abandonada de España. Coelho, tío, basta de insultar a nuestra inteligencia.

Pues resulta que vuelve al monasterio y aquí es donde se cumple otra vez lo que hace páginas que se teme cualquiera: el monje del monasterio que les había atendido le da la tercera barra de oro que había dejado allí el alquimista. Con ello vuelve a España, va a la iglesia y encuentra el tesoro. Así que la historia termina con él volviendo con Fátima y parando por el camino para darle la décima parte del botín a la gitana.

Conclusión: Si sabes convertir el metal en oro ¿por qué diablos vas a ir a España a por un tesoro? Sólo se me ocurre que por pura avaricia, lo cual viniendo de alguien que se autoproclama gurú universal no es muy lógico. Cabe decir que este es su segundo libro, lo que quizá in extremis serviría de disculpa. Pero es que encima la gente lo compraba. Pese a que sólo invirtió dos semanas en esta obra, lo cual se nota viendo la calidad, fue un éxito. No llega a ser tan cursi como otras que he criticado, pero empalagosa es un rato largo.

El estilo utilizado resulta agotador, puesto que Coelho abusa de las mayúsculas donde no debería haberlas. Está plagado de reflexiones absurdas, redundancias y pseudo psicología del mismo estilo de El Secreto. Paulo Coelho se ha convertido en un inmenso referente para cerebros blandos e incapaces de razonar, al mismo tiempo que ha alertado a los cuerdos de que hay un nuevo estafador disfrazado de escritor. Pues esa es la única motivación de Coelho, el dinero. Al menos esa es mi opinión. Pero la gente es libre de gastar su dinero en lo que le de la real gana, así que si quieren enriquecer a un tipo que comenzó en las estanterías de librerías esotéricas, allá ellos.
No cabe duda de que Don Perillas da para muchas líneas, así que habrá más reflexiones acerca de su obra, por desgracia. Poned un Kraken en vuestra vida, que es gratis.

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