Pórtate bien, de Noah Cicero


En mi segunda colaboración con It's Playtime hablaré un poco de Pórtate bien. Hasta que salga la reseña (mañana, creo), os dejo con algunos extractos, muy bien traducidos por Teresa Lanero:

Le hablé de volver a la universidad. Yo había ido de más joven. Lo dejé al cabo de cuatro semestres porque no quería hacer felices a mis padres. No les creía. No me parecía que la universidad importase. No les creía porque nada de lo que me decían tenía sentido, así que por qué iba a tenerlo aquello. Pero pasó el tiempo. Tuve empleos lamentables, uno tras otro. No eran trabajos duros. Normalmente cocinero o repartidor de pizza. Cocinar me hacía sudar en verano, aunque tampoco es que duela sudar algo de vez en cuando. Pero nunca había dinero. Tenía veintiocho años y nunca había ganado más de diez dólares la hora. Tardé años en tener una cuenta bancaria de verdad. El año anterior había ganado dos mil dólares escribiendo. No parecía que existieran razones para que yo ganase dinero. No me había casado ni tenía niños. No había nadie a quien mantener. Nadie me admiraba. Nadie me necesitaba. Por tanto un jueves, mientras me lavaba el pelo, decidí que me necesitaría a mí mismo. Era un reto volver a un estado de motivación. Como me había demorado en mis préstamos, tuve que pagar religiosamente nueve meses del tirón. Después de cumplir aquel requisito me permitieron regresar al ámbito académico con la ayuda del programa de Becas Federales Pell. Yo era tan pobre que el gobierno me lo pagaba casi todo. Volvía con diez mil dólares de préstamo para estudios. Era el cuento de nunca acabar: préstamos, dinero e intentar cumplir con las cosas.

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No eran más que gente que se acostaba con otra gente. Ya está. Ningún deseo de relación ni de procreación. Estábamos solos y nos sentíamos olvidados. La mayoría no habíamos ido a la universidad pero tampoco éramos marginados. No éramos gente dada a los sueños; estábamos mal pagados y no se nos hacía ningún caso. Así que nos emborrachábamos y nos hacíamos caso entre nosotros.

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Pero me gustaba ese trabajo. O tal vez lo que me gustaba era trabajar. Me proporcionaba algo que hacer. Algo irreflexivo. Una vía de escape. Ibas a un sitio y hacías cosas que no te importaban. Te decían qué hacer. Tenías un nivel de responsabilidad. No les importabas nada mientras realizaras las tareas como ellos querían. Sin trabajo me aburría. La verdad es que cuando era joven no me gustaba trabajar, comerme marrones y hacer cosas que no quería. Pero después de un tiempo me acostumbré. Uno aprende a sufrir después de una temporada metido en mierda. Acepté que eso es lo que hacen todos y lo que mantiene el mundo en marcha. Gente que va a trabajar. Cada uno poniendo su granito de arena; todos de acuerdo en que todos los demás necesitan encontrar algo que hacer. Cada uno con su tema.

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Petra llevaba una vida bastante buena. Ella era feliz. Eso era lo que los medios republicanos y liberales decían a la población, que fuéramos felices. Decían, "Pueblo, sed felices. Porque no hay Dios". De siempre existió la creencia de que si nadie creía en Dios y éramos nihilistas, la gente iría por ahí matando a los demás. Pero no ocurría nada de eso; tan solo comprábamos un montón de cosas a crédito.


[Pálido Fuego. Traducción de Teresa Lanero]

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