Diario de 1926, de Robert Walser


La escasez de oportunidades de ocupación es, a mi entender, un peligro que debe ser tomado seriamente en consideración; huelga decir que dicho problema ha existido siempre, pero hacía mucho tiempo que no adquiría las dimensiones que tiene en nuestros días.

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Soy un escritor al que algunos se han encaprichado en otorgar el título de "poeta". Ni que decir tiene que, en lo que a dicha distinción se refiere, me muestro sumamente indulgente y acomodadizo.

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Como esto que escribo no es una novela, sino, como he tenido ya ocasión de manifestar, un relato breve de extensión razonable que debe basarse sin falta en mi experiencia personal –porque así lo dicta el mandato al que me consagro–, no debo preocuparme lo más mínimo, gracias a Dios, por una eventual idea de la novela.

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En mi opinión, el escritor debe esforzarse en escribir como si estuviera en un salón (no importa si de pie o sentado) y contara de viva voz al resto de los presentes, gente amable y sensible con lo que es decente, una historia que no debe ser demasiado entretenida; porque a quien deleita en exceso, a quien no teme en modo alguno convertirse en la causa de una alegría exagerada, no se le considera un ciudadano, sino simple y llanamente un bufón.


[Ediciones La Uña Rota. Traducción de Juan de Sola]

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