WENDIGO



Para Algernon Blackwoo
& Carlos Castaneda


No debería tomar más peyote, piensa Klaus recordando su última cura con el brujo Genaro hace unos días, mientras apura con manos temblorosas una botella de whisky, no debería tomarlo más, al contrario de lo que el viejo me aseguró, cada experiencia es peor y más delirante, y las bajadas duran semanas... Piensa esto, Klaus, apurando nervioso la botella de whisky, mientras aviva en medio de la llanura las llamas de su fogata, que apenas alcanzan a iluminar unos metros de pradera en la noche... Más allá, todo inmensidad y negrura... y alaridos de coyotes y chotacabras... o de espíritus vengativos... Maldito el día en que nos encontramos a aquel indio, masculla entre dientes, todo desde entonces ha ido de mal en peor... Y acto seguido recuerda por enésima vez la historia: aquel piel roja enloquecido que se encontraron en las montañas, mientras bateaban un río de aguas heladas, sangrando por los ojos y con los pies llenos de quemaduras, aullando la palabra Wendigo... Se abalanzó sobre ellos como una bestia herida, seguramente pidiendo auxilio nomás, pero Warren perdió los estribos al verle desencajado y vociferando de aquella manera y le incrustó una bala entre las cejas... Y después las desapariciones: el propio Warren, primero, y luego Jack y Peter, silenciosamente y sin dejar rastro, en plena noche y mientras dormían, hasta quedarse él solo en las montañas... Y a continuación, ya de vuelta a casa, tras salir no sabe cómo del bosque y alcanzar las praderas, la paranoia y el miedo: esa sensación continua de sentirse observado y los silbidos ominosos del viento... Y el peyote de Genaro como remedio contra el terror después, que en el fondo, cree, le está volviendo más loco todavía... Todo esto piensa Klaus junto a su fogata esta noche, de regreso de la cabaña del brujo al otro lado de la frontera, mientras aviva atemorizado las llamas y apura compulsivamente la botella de whisky... Las curas de peyote que el brujo le recomendó no están surtiendo el efecto esperado, más bien al contrario, por más que le insista Genaro, están potenciando sus fobias... Sobre todo las últimas veces (y van ya cerca de diez), especialmente traumáticas, con aquellas visiones de un ser mitad hombre mitad coyote devorando su corazón... Que eso le hará enfrentarse a sus fantasmas, le asegura Genaro, que pronto los conjurará, que sea paciente y perseverante, dice, pero Klaus siente cómo con cada nuevo viaje pierde más la cabeza y se acentúan sus miedos, como en este mismo instante, de regreso de la cabaña del brujo a su casa, percibiendo cada vez más cercana la presencia de ese maligno ser... No debería tomar más peyote, piensa junto a la hoguera, mandaré al carajo al viejo, no creo ya en sus monsergas... Eso se dice Klaus tembloroso, mientras apura la botella de whisky a la luz tenue de las llamas, cuando una ráfaga de viento helado apaga de súbito la fogata sumiéndole en la oscuridad... El terror y la histeria se apoderan entonces de él... Y arranca, como alma que lleva el diablo, a correr sin rumbo en la noche...

Vicente Muñoz Álvarez, de Vinalia Trippers: Duelo al sol (Producciones Vinalia Trippers, 2014).

Ilustración by Toño Benavides.


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