Nubarrones, de Enrique Lynch


En cualquier caso, lo que está claro es que en España, si no gritas, no existes.

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La decisión de escribir, cuando es en verdad trascendente y no un acto de narcisismo, es una temeridad, una audacia y una imprudencia que ningún padre aprobará para su hijo, más aún, es justamente lo que los padres escritores, por el solo hecho de serlo, prohíben a sus hijos. No vaya a ser que se pierdan y fracasen, no vaya a ocurrir que resulten mejores que ellos.

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LEER BIEN
Es casi imposible establecer la diferencia entre escribir bien y escribir mal, pese a que todo el tiempo establecemos criterios de lecturas y los valores correspondientes. Así pues, nos parece que lo hacemos con bastante exactitud y que podemos escoger en consecuencia. Sabemos que no hay una escritura buena en contraposición con otra mala y, en cambio, es muy fácil determinar quién es un buen lector y quién se pierde en irrelevancias o en la maraña de sus propios prejuicios.
(Así pues, ve con cuidado lector, porque yo sé que tienes prejuicios…, puedo valerme de ellos, seducirlos, birlarlos y engatusarlos. Mira bien cómo lees…)
La clave para leer bien no está en ningún modelo hermenéutico o comprensivo sino que se parece a la manera correcta de comer el durazno. El que no sabe comerlo lo lava y lo pela, lo corta en pedazos y cuida de poner a un lado la piel; pero el que sabe de qué va la cosa se lo come todo entero y, tras mucho masticar, escupe el carozo.

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La memoria es la compañera más cruel, porque no tiene en cuenta nuestras necesidades ni nuestras obligaciones y se salta todas las reglas. La memoria es una intrusa que nunca pregunta si merece la pena recordar. La memoria acude sola y de manera intempestiva y, así como viene, se va; pero uno no sabe cuándo.

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VENGANZA
A veces para tomarse venganza no es preciso devolver el daño con otro mayor. No es necesaria ninguna crueldad, ninguna truculencia: basta con esperar pacientemente a que las circunstancias den pábulo a pronunciar o devolver al otro las mismas palabras que te han lacerado el corazón.
El eco está en todas partes.
Vae victis.


[Editorial Comba]

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