Última ronda, de Arno Camenisch


Ya hablamos aquí de Sez Ner y Detrás de la estación, la "Trilogía grisona" que se cierra con Última ronda, y que confirma el talento de Arno Camenisch para desplegar diversas voces narrativas, reproducir el lenguaje de quienes viven entre cabras y montañas y mostrarnos otra cara de Suiza, la que no se ve en las guías de viaje.

Última ronda transcurre en una taberna, en la que se van juntando personajes que cotillean, comentan, cuentan historias y, sobre todo, beben y beben y vuelven a beber. De hecho, es uno de los libros donde más beben los personajes, quizá más que en los relatos de Charles Bukowski. Me ha gustado mucho la manera en que Camenisch integra en un mismo párrafo la narración en tercera persona y los diálogos de sus personajes. No faltan algunos toques humorísticos, como la historia de ese tipo que no quiere beber y los demás se ofenden (veamos un extracto):

Detrás de la mesa de la tertulia cuelga Jesús en la cruz. Tiene la mano derecha rota. Ahora di algo también tú, para que podamos empezar a beber por fin, que aquí la dueña eres tú, dice Luis a la tía, y que beba ese, maldito carnaval, mira que tolerar a alguien que no bebe en tu taberna, mal puedes imponerle eso a los demás clientes, que no beba ese me saca de quicio. Saca del bolsillo de la chaqueta la caja de Rössli, coge un puro, rebusca en el bolsillo del pantalón hasta encontrar tres cerillas y enciende el puro, pff, pff. Déjalo tranquilo, dice la tía, solo necesita tiempo, luego beberá, que antes o después también le entrará sed. Sí, claro, a lo mejor cuando todos llevemos muertos mucho tiempo, ese es uno del pueblo vecino que se ha mudado aquí, uno de esos hombres que les gusta el sol de Brigels, y allí la gente solo puede estar de fiesta de verdad si alguien se ha muerto, todos canaglia, dice. Dudar es humano, replica Silvia.

Tampoco faltan las humoradas de esos personajes que siempre están contando cuánto son capaces de beber. Este libro tiene algo que me recuerda a algunos personajes de las novelas de Camilo José Cela (autor del que se aprende mucho si uno lee sus obras sin prejuicios): grotescos, excesivos, fanfarrones. Os dejo con otro extracto:

[…] Y otra noche bebimos tanto en el bar, nos bebimos casi la isla entera, que me caí de la silla y me quedé tendido como muerto, y los otros tuvieron que subirme a la habitación, en el octavo o noveno piso, todos escalera arriba, que en Guadalup no hay ascensores, creo, qué os figuráis, y cuando estábamos arriba en el piso doce y me tumbaron en la cama, buf, menudo melocotón tenía, una cogorza de primera, eh, entonces me levanté y dije, gracias, queridos amigos, ahora volvamos abajo y sigamos bebiendo. Se ríe y golpea la mesa con el puño, vacía la jarra que le ha servido la tía, enciende otro Marocaine y se lo fuma. Vuelvo enseguida, voy a mear. Vacía de pie la jarra de Alexi, le da una fuerte palmada en la espalda, gracias, amigo mío, y tras atravesar la puerta que conduce al pasillo, la cierra de un portazo.

[Xordica Editorial. Traducción de Rosa Pilar Blanco]

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