o n i r i a





pensé que llevaba un bebé en brazos.
caminaba despacito porque ya no recuerdo cómo era eso de no caerme. de sostener la cabeza para que no se lastime.
después,
era un gato lo que cargaba.
el gato me arañaba, quería soltarse. si lo suelto para siempre va a perderse para siempre entonces,
lo retengo dejando que sus uñas se claven un poco
en la piel de mi cuello.
a pesar del sacrificio, ahora
–no sé cómo-
ya no tengo nada en mis brazos. no estoy sosteniendo nada.
me dicen, como esperando una respuesta,
que estoy más flaca. que cómo hice para adelgazar en tan poco tiempo y yo
que no tengo idea, que capaz me enferme un poco, pero
debe ser la desaparición de eso que sostenía. el bebe o el gato que ya no tengo. a veces dragones.
los dragones
siempre se me amoldaron bien al hueco que se me hace entre el antebrazo y el pecho. colocan ahí la cabeza y el cuerpo todo.
tampoco sé cómo, pero con los dragones 
nos sostenemos.
nos somos alimento:
refugio       en el acantilado.




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