Guía Fernando Nombela





Poemas de Fernando Nombela

Todnauberg

I

Mirar sin verte,
tantas veces mirada
que no es vista, reflejo
sombrío del sombrío
desaliento, aliento
ensombreciente que vacila
en sombras: asombro.
De negrura, fatigado vaivén.

II

¿Qué o quién, si hecha
la luz, arrojará luz?
¿Será, ya depuestos,
desaparecidos dioses
--no en ti, nuestros—
o se hará ángel
la gracia?

III

Estábamos, nosotros
estábamos
y --¿se puede?— no,
no podíamos respirar.

En busca
de aire, hacia
arriba, nadando
en desaliento,
cielo de óxido,
cánticos de ceniza,
encontramos fragmentos.

Nos atragantamos.

No podíamos respirar.

Arriba, encontramos
--¿en el fondo,
encuentro
del fondo?—
pecios,
un mundo, no
el nuestro
y nuestro, fragmentado.

Fragmentos
que no eran
nuestros: éramos
nosotros.

Y estábamos,
estaban muertos.

IV

Astillas, herida
aún abierta, luminosa
herida aun lejanas
las palabras
renacientes.
El tiempo, ¿qué guarece?
Otro tiempo
en que siempre:
siempre los días,
venidero siempre.
Y deseo.
(Sol y mente).

La cabaña, la herida:
astillas solamente.

V

Enfermo,
in-
curable-
mente enfermo.
El dolor
de algunos hombres,
incomprensible.
Dolor,
hombres,
incomprensibles
maestros de Alemania.
Tu pelo, Sulamita,
memoria frágil.
Ceniza doliente.
Tu ensangrentado pelo.

(De pecios en aire de narciso, Madrid, Nuevos Autores, 2000)

epílogo

como si no fuéramos mortales
como si nunca fuéramos
a morir

así vivíamos

sin importarnos

imprudentes y sentenciosos

hoy me he acercado al puente
con sobriedad
sin temor

y aunque  vivo como vivía
sé que una parte de mí
seguirá vigilando las aguas

arrastra la corriente escamas
de un mundo que no será y fue
y siendo en agua amarga es ya
catálogo de naufragios

(mobiliario cartas de amor
patios de la niñez espejos
más facturas academias
do fuimos desdichados nubes
con plomo contrato árboles
un barco pasa ahora rubia
la sonrisa de aquella niña
que murió entre tus brazos
armas algún amanecer
sentencias de muerte)

desde este puente
esqueletura del aire
diadema de las aguas

contemplación de la fluencia

otros los sintieron antes

alzo la vista al cielo

última mirada
sobre las aguas últimas

y vuelven mis pasos
a un atardecer de sombras

(De El puente de Waterloo, Madrid, Verbum, 2004)

IX

(9 de mayo de 1999)

Unas palabras de Félix Grande
y unos versos de José Hierro:
recuerdos de un amor constante
más allá de la muerte que es el olvido

Uno no olvida a quien le ha querido.
MADAME DU DEFFAND

Poco antes de morir y ya su inteligencia arruinada por el incurable olvido (él, prodigio de la luz y la erudita materia), el filólogo y poeta Dámaso Alonso ofrenda a la también escritora Eulalia, su ala y esposa, el mejor tal vez de sus poemas: Yo no recuerdo quién eres, / pero sé que te he querido mucho. Rara vez nos es dado juntamente lo bello y lo terrible en unas pocas, infinitas palabras. Rara vez justifican unas sílabas haber llorado tanto. Rara vez, haber amado.


LXXIII

(23 de diciembre de 2010)

Poesía

Era el pasado mi alimento.
Me daba la memoria el fuego
que me era preciso, aunque ese fuego ardiera
en la tierna lumbre de la imaginación.
Árboles, pájaros, ríos,
eran meras imágenes
que no iban más allá de la literatura,
como si sólo fuesen  los árboles del poema,
los pájaros de un canto melancólico,
los ríos por donde fluye el tiempo de la filosofía.
Ahora, al acordarme de todo eso,
mientras bebo despacio
esta copa de soledad,
no reconozco el escenario:
como si el viento hubiese barrido los árboles
y el otoño expulsado a los pájaros.
Como si el invierno hubiese desviado,
helado incluso, las aguas de los ríos.
Lo que veo, en el espacio en el que entro
por la puerta que me abriste,
es más sencillo que todo eso:
tú, con el rostro apoyado en las manos,
y los ojos que me traen toda la verdad del mundo.
Guardo conmigo, entonces, tu imagen.
Vivo cada instante que me dejaste,
y en todo ese tiempo que nos separa
vuelven a crecer los árboles,
otros pájaros cantan.
Y cómo corren los ríos del amor.

(Versión del poema de título homónimo de Nuno Júdice)

(De Soñé la muerte y otros poetas, Madrid, El sastre de Apollinaire, 2010)

A vueltas con Eros

He soñado, sueño que estoy a tu lado, y te beso muy suave en la boca. Despacio, muy lentamente. Cierro los ojos mientras huelo tu pelo. Pronuncio tu nombre, y en tu oído susurro: soy tu compañero, vamos juntos, dame la mano. Cojo tu mano. Ahora te quitaré la ropa, no toda. Con mucho cuidado. No tengo prisa. No tienes tiempo. Tendidos, con tiento, acaricio tu rostro con las yemas de mis dedos. Eres tan hermosa. Quisiera despertar siempre en tus ojos. Para siempre caer en ellos, como tú caes ahora, para siempre en mis manos. Para siempre. La caricia de mi mano, mis labios te acarician. Mi boca en tu cuello, en tu pecho saborea la dureza templada, la tersa ternura de tus pezones. Me nutro de ti. Ya sólo vivo de ti. Sólo por ti, de tanta vida, me estoy muriendo. De tanto gozo, me estoy viviendo. Mi boca y tu boca, mi boca y tu ombligo, tu vientre y mi boca, y mi cara que te roza por encima de las braguitas, y entonces tu aliento sonoro y un escalofrío. Acaricio tus piernas. Dobla tus rodillas el deseo de mis labios. Beso tus muslos. Me gusta cómo hueles. También quiero saber a qué sabes. No tienes prisa. No tengo tiempo. Tenemos toda la eternidad por delante. Y mis dedos te tocan, mi rostro te toca, mi boca te toca; mis dedos, mi rostro, mi boca te tocan te palpan te pulsan te rozan. Lenta y suave, mi lengua donde tan suave eres. Ahí, donde no hay tiempo, quiero estar todo el tiempo. Ahí, donde no hay tiempo, y sí esta sed, sed de ti. Sola sed de tu agua, pues también te quiero así, líquida, mielosa, adentro mío, cálida copa de rocío iluminado por la luna, viento del sur que me trae brisa y locura, savia o jugo de la fruta más sabrosa, de la rama más fresca (después será tu carne, entreverada de alma, cuando yo esté dentro de ti, tú fuera de mí, envolviéndome; yo fuera de ti, tú dentro de mí, desbordándome: tú, mi piel y mi asombro). Y saciado, de tanta boca que alza, danza y me marea, ya no tengo sed (la tendré más tarde). Y lleno al fin de ti, feliz, felices, comienzo de nuevo, y te beso muy suave en la boca

(inédito)


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