Her



En las últimas temporadas se han estrenado películas que despiertan reacciones viscerales, agresivas, tanto de sus defensores como de sus detractores. Filmes como Gravity, El lobo de Wall Street, La gran estafa americana, Blue Jasmine, Nebraska, La gran belleza, A propósito de Llewyn Davis o Her. Curiosamente, todas ellas han ganado premios y entran en varias categorías de las nominaciones a los Oscar. Her despierta odios y pasiones por igual. Como ya habréis adivinado, estoy en el bando de quienes la defienden (de lo contrario no la comentaría aquí, como no reseño las películas que detesto, caso de Nymphomaniac). Y abajo daré mis razones para amar este nuevo trabajo de Spike Jonze.

Su nueva película es tan marciana como cabría esperar: de cómo la comunicación puede conducirnos a la incomunicación. El cine de Jonze no es apto para todos los gustos: cuando vi Cómo ser John Malkovich recuerdo que me quedé tan perplejo que no sabía a qué atenerme. Y, sin embargo, suele contentar a la crítica (ver, a este respecto, los extractos de crítica que suelen poner en FilmAffinity: ningún crítico la ha valorado negativamente).

Her nos presenta un futuro creíble, en el que la ropa para caballero regresa al pasado, a los años 50 (en esas regresiones cíclicas propias de la moda); en el que cada pasajero del metro va absorto en su móvil (aunque eso es ya el presente); en el que el cielo está siempre cubierto de una espesa niebla que no es otra cosa que polución (y éste es un detalle que casi pasa desapercibido, un apunte mínimo en el que hay que fijarse); en el que la gente contrata a tipos para que escriban las cartas de amor a sus seres queridos (es el puesto de trabajo que tiene Joaquin Phoenix en la película); en el que le puedes hablar a tu teléfono para que te vaya recitando los titulares de las noticias y leyéndote los mails (algo que suele hacer el protagonista en su soledad sin pausas); y en el que venden sistemas operativos que charlan con sus clientes hasta que los enamoran (y es el meollo de la peli: Phoenix compra un S.O. con la voz de Scarlett Johansson, dotada de una voz tan sexy y ronca que el intento de doblarla es un crimen).

Lo que nos cuenta Her es la historia del tipo más solitario del mundo, aún herido por una relación que no funcionó porque el tiempo todo lo agota. Ya no es capaz de establecer vínculos emocionales con otras mujeres (salvo si son amigas o ex novias). Se siente perdido y a veces entra en salones de chat para intentar comunicarse con otras personas (la base del filme es casi idéntica a la novela Lolito, de Ben Brooks, de la que hablaré un día de éstos: un muchacho cuya relación se ha roto empieza a comunicarse con una mujer madura mediante el chat). Pero todo es en vano: cada intento se frustra porque él tiene sus propios intereses y sus contactos otros intereses distintos, y no logran conectar.

Theodore (Joaquin Phoenix) adquiere ese S.O. y acaba enamorándose de esa voz que le comprende, de esa “mujer sin cuerpo” que le escucha, de esa presencia extraña que siempre está ahí cuando lo necesita. Pero el experimento es un hacha de doble filo: cuanta más comunicación establecen los usuarios con sus sistemas operativos, más se encierran en sí mismos, más se aíslan, de manera que la cámara nos muestra, a veces, a personas solitarias que van hablando con una máquina.

Para que la película sea creíble, Jonze ha contado con un actor prodigioso como es Joaquin Phoenix. En registros que yo jamás le había visto: aquí es un loser tierno, triste en el presente y festivo en el pasado, que lleva su tristeza a cuestas como si fuera la losa de su tumba.

Her, además, y a mi entender, encierra varias capas de lectura. Que a veces entran en contradicción. Nos dice que el amor no siempre necesita de un cuerpo, de una presencia (¿cuánta gente se enamora en estos tiempos mediante conversaciones telefónicas interminables, sesiones de chat o envíos masivos de mails? Exacto: un montón). Pero también nos dice que la tecnología, llevada a esos extremos, puede conducir al individuo a encerrarse en una soledad en la que no caben otros seres humanos; porque, no lo olvidemos, Samantha (la voz de Scarlett Johansson) es sólo una pieza de inteligencia artificial. ¿Qué es preferible: la felicidad que confiere esa voz o la desorientación que supone prescindir de ella y buscar relaciones con otros seres humanos? Creo que ahí radica su grandeza, y creo que los detractores no han sabido verlo.

Por cierto, los créditos incluyen diversas sorpresas. Kristen Wiig, Brian Cox, Bill Hader y el propio Spike Jonze prestan su voz a algunos personajes. La película está dedicada a gente que trabajó con el cineasta y murió hace poco: James Gandolfini, Maurice Sendak, Adam Yauch y Harris Savides (también le han dedicado The Bling Ring y Frances Ha). Y, en la parte de los Agradecimientos, sale medio Hollywood del cine indie (y también de la literatura): David Fincher, Miranda July, Charlie Kaufman, Dave Eggers, Nicole Holofcener, Chris Cooper, Catherine Keener, Bennett Miller, Talia Shire, Steve Soderbergh… Y otra curiosidad: Samantha Morton, productora del filme, fue la primera candidata para doblar a Samantha. 


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