The Road Warrior

Mi vida se apaga,
mi vista se oscurece.
Sólo me quedan recuerdos.
Recuerdos que evocan el pasado.
Una época de caos,
de sueños frustrados,
este páramo...
Pero, sobre todo,
recuerdo al Guerrero de la Carretera,
al hombre que llamábamos Max.
Para comprender quién era,
hay que retroceder a otros tiempos:
cuando el mundo funcionaba
a base del combustible negro
y en los desiertos surgían
grandes ciudades de tuberías y acero.
Ciudades desaparecidas, barridas...
Por razones olvidadas hace largo tiempo,
dos poderosas tribus guerreras
se declararon la guerra,
provocando un incendio
que devoró a las ciudades.
Sin combustible ya no eran nada.
Construyeron una casa de paja.
Las máquinas rugientes jadearon
y se detuvieron.
Los líderes hablaron...
y hablaron... y hablaron...
pero nada pudo detener la avalancha.
El mundo se tambaleó,
las ciudades estallaron...
en un vendaval de pillaje...
en una tormenta de miedo.
Los hombres se comieron
a los hombres.
Los caminos eran
pesadillas interminables.
Sólo sobrevivían los que
se adaptaban a vivir
de los desechos...
o eran tan brutales como
para dedicarse al pillaje.
Bandas de malhechores
se adueñaron de las carreteras,
listas para entablar combate
por un tanque de gasolina.
Y, en medio de este caos de ruina,
los hombres normales
sucumbían aplastados.
Hombres como Max,
el Guerrero Max.
Que, con el tremendo rugido
de una máquina, lo perdió todo...
Y se convirtió en un hombre vacío,
un hombre quemado y sin ilusión,
un hombre que, obsesionado
por los fantasmas de su pasado,
se lanzó sin rumbo al páramo.
Y fue aquí, en este lugar desolado,
donde aprendió a vivir de nuevo.


George Miller & Terry Hayes & Brian Hannant, Mad Max 2: El guerrero de la carretera (inicio de la película)

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