Museum Hours


Dos críticos me pusieron sobre la pista de esta película: Jonathan Rosenbaum la incluyó en su lista de mejores filmes de 2012; Alexander Zárate me dijo que es de lo mejorcito que ha visto últimamente. Es una pena que no se haya estrenado en España y que sólo se pueda ver en el circuito de festivales. Porque Museum Hours es maravillosa. Un filme de ficción que a ratos funciona como documental. Ojo, no como falso documental. Desde el principio queda claro que estamos ante una historia pequeña con dos personajes que siguen un guión: una mujer viaja sola desde Montreal a Viena para cuidar de su prima, que está en coma en el hospital; allí conoce al guardián de una de las salas del afamado Kunsthistorisches Art Museum, quien la ayuda a orientarse por la ciudad y por el museo, mientras hablan de cuadros y de sus vínculos con la vida. En las escenas en las que la cámara de Jem Cohen se aparta de ambos, la película toma forma de documental: es obvio que muchos de los que aparecen en cuadro no son actores ni extras, sino paseantes y visitantes del museo.

Pero primero me gustaría dar algunas pinceladas sobre Jem Cohen. Cineasta underground, neoyorquino nacido en Afganistán, Cohen es conocido por su faceta de director de videoclips para músicos como R.E.M., Vic Chesnutt, Fugazi o Patti Smith (productora de Museum Hours), entre otros. También ha colaborado en proyectos con algunos escritores, como Luc Sante (de quien recomendé un libro en este blog) y John Berger (que aparece en los créditos finales de Museum Hours como una inspiración de la película por sus escritos sobre el arte). Ha dirigido muchos cortos y varios documentales y tiene unas cuatro o cinco películas en su filmografía, la última de ellas sobre Occupy Wall Street.

Lo que hace en Museum Hours es digno de los mayores elogios. Primero, porque cuenta una historia sencilla y con pocos elementos. Segundo, porque nos ofrece una mirada luminosa sobre Viena (yo estuve en esa ciudad, y me fascina cómo Cohen la filma), en la que son fundamentales los silencios del museo y el ruido de fondo de la ciudad y la nieve cayendo sobre las calles. Tercero, porque no aburre en ningún momento pese a que el tema podría parecer pesado. Cuarto, porque es un homenaje absoluto a la pintura, con planos donde nos muestran cuadros de varios pintores, y entre los que ocupa un lugar de privilegio Brueghel. Pensé en algunos amigos viendo esta película. Pensé en mi madre, que me enseñó a mirar cuadros. Pensé también en Enrique Vila-Matas: creo que Museum Hours le fascinaría.



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