Premios Goya 2014: El horror


El fin de semana empieza con Raquel y yo en el Gurú de Echegaray, delante de una cerveza Cobra, pendientes de la llegada a la mesa de unas gambas al curry y una ración para compartir de pollo Tikka Masala. Fuera, en el corazón de Huertas, una lluvia muy fina se hace visible a la luz de los faros de los coches y crece el frío, aunque el clima no parece ser un obstáculo para esa sobredosis de vida repentina que se dispara en el barrio cada noche de viernes.

Hemos visto en los Ideal ‘La Venus de las pieles’ y nuestra conversación, como los pasos del inocente que se adentra en el bosque al principio de una película de terror, tantea el terreno resbaladizo de las fantasías sexuales. Raquel es mi amiga y me quiere, lo sé, por eso no le reprocho la dureza de las palabras que me dedica durante la cena, cuando se esfuerza en hacerme distinguir entre el comportamiento con nosotros de las personas que nos quieren y las que no; con estas últimas no deberíamos malgastar ni un segundo, pero cómo saberlo. A pesar de que me esfuerzo en creerla y aplicarme el cuento, cierta ingenuidad en mi interior aguanta el martirio.

Mi pena es como el zorro en la trampa. Se revuelve en la soledad nocturna, antes de caer definitivamente en las manos del cazador.

Hablo con Raquel de lo que deseo y de lo que no tendré, entre otras cosas porque ni siquiera a ella le confieso del todo qué es lo que espero. Me parece demasiado sucio, demasiado fuera del guión. Pienso en los bebés ahogados en los charcos; en esa soledad buscada en la que me protejo y soy otra; y en el traje nuevo del emperador.

La peli de Polanski nos ha gustado mucho, supone una vuelta del director a sus espacios más grotescos, a sus imágenes más logradas. Creo que leeré la obra de Sacher - Masoch, que Tusquets acaba de rescatar. Tomo nota mental de sacármela de préstamo la próxima vez, cuando devuelva los libros que me he llevado esa misma tarde: ‘Autopsia’, ‘Mujer sin hijo’ y ‘Limónov’. Los dos primeros los empezaré a lo largo del fin de semana y también a lo largo del fin de semana los abandonaré. Me digo, eso sí, que no es culpa de las historias ni de los autores, sino de mi estado creciente de ansiedad literaria, que ya no se conforma con lo simplemente bueno y vaga desorientado, hambriento, en busca de lo excelente.

Soy yo la que no tolera; yo la cansada de la laxitud con la que aprobamos lo intermedio… cada vez me da más rabia que todo el mundo sea tan complaciente y, al mismo tiempo, me prometo a mí misma retomar las dos lecturas cuando mi estado de ánimo haya superado este periodo de irritación, que no será pronto, porque el entorno contribuye a avivar el fuego.

El domingo por la mañana Jorge y yo acompañamos a Vitu hasta su casa prácticamente lista. Comemos los tres juntos en la Pizzería Cervantes de la calle del León y bajamos protegidos por un solo paraguas hasta Alameda, donde nos despedimos. Por la noche serán Iñaki y Borja los que vengan a casa a ver la gala de los Goya, que acabaré bautizando con el subtítulo de ‘El horror’, aún a riesgo de quedarme corta en mi intención por transmitir la cutrez suprema del espectáculo.

¿Cómo es posible?

¿Es que nadie va a tomar cartas en el asunto?

No hay excusa, no es una cuestión de falta de presupuesto. Es una cuestión de falta de talento galopante. Nuestro cine y nuestros profesionales del gremio (los buenos, que son muchos) se merecen un escaparate mejor, que no de pie, como poco, a 180 minutos de burlas en las redes. ¿Cuántas cabezas deberían de rodar y no lo hacen por esa despótica, absorbente y políticamente correcta tendencia a valorar en exceso el esfuerzo sin dar importancia a la calidad de los resultados?

Hiperventilo.

Vuelvo a quedarme sola a la una. En TVE 1, donde intuyo que habían apostado por la victoria de Sánchez Arévalo, ponen ‘Azul oscuro casi negro’ y la veo hasta el final. En una escena de la película suena de fondo ‘Imaginarte’, una canción de Lantana que me apacigua por fin: despeja la niebla y me recuerda que sigo siendo yo, que mi desequilibrio emocional y yo seguimos bien, suspendidos en medio de una madrugada silenciosa y tomada por el viento, que golpea amenazador los cristales de la ventana.

Todos duermen; lo que hace que me alegre aún más, sin motivo aparente, de permanecer despierta.

Siempre es pronto para dormirse.

____________________________________________

La Fallera Cósmica | Promociona también tu página

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

*