ENTONCES ME ENAMORÉ

Aquella fue una época feliz. Yo solía medir la felicidad en función del calibre de los problemas. La ausencia total de los mismos hacía que disfrutara cada segundo de esa maravillosa sensación de falta de responsabilidades. Mi cabeza nunca ha estado preparada para la presión, siempre he sido algo inmaduro, y si bien con dieciocho años podría estar justificado, no así lo está haberlo sido también hasta bien avanzada la madurez. Pero supongo que uno es como es, y no puede modificar su personalidad por más que quiera.
Y yo, la verdad, no quería.
Vivía tan alejado de la realidad que un día me enamoré.

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