Parenthĕsis. Eloisse Louisse


Eloisse Louisse
Hacerle el amor a una piedra. 2013
Litogr
afía. Proceso de estampación químico.
Figur
ación / abstracción / geometría: construcción erótica.



  • Segundero, Minutero y Hora vagan a diferentes velocidades en el mismo lugar, escapando de sus pobres realidades sin llegar demasiado lejos.‘Somos tres, en un reloj’.

La noche se levanta para que las saetas hagan ruido, brindan el tiempo y se emborrachan de espacios. Pasan desapercibidos entre gentíos fulgurantes conformes de su existencia, encogiéndose y estirándose; son las sombras que controlan el tejido humano, su poder y ausencia pesan sobre todo. El manto con el que van cubriendo las calles se ensucia, ralentizando en grotesco sólido el tiempo.

Segundero, que va por delante, es detenido. Está siendo cegado por un brillante haz de luz que proviene del reflejo de un oscuro objeto. En la interrupción, Minutero choca con este, y Hora, con los dos. El roce cálido de los cuerpos se agradece en la noche fría y calmada.
Los otros dos reparan en la luz. Paralizados por la sorpresa y el gusto de sentir la desdicha de sus consortes cerca del vientre, el tiempo se ha detenido. En un espacio ensordecido por la muchedumbre, el ruido rosa queda cubierto por el chirriante chorro de luz que se va haciendo más intenso.

Segundero tiembla, un escalofrío de horror y placer le recorre el cuerpo. Se mea encima. El calor que desprende su entrepierna, coagula definitivamente la vertical sanguínea de Minutero. Hora mira cómo el charco de orina va creciendo. Conocedora de Minutero, agarra sus huevos a través del pantalón metiendo la mano por debajo de su trasero. Hora, atenta al charco brillante y nocturno del suelo, que refleja la estampa de los tres, y Minutero, enmudecido por el dolor testicular, no advierten que el resplandor ha cesado.

El Oscuro Objeto de Deseo susurra ahora al oído de Segundero. El desconocido, alto y estilizado, tiene los cabellos grises y un bigote pardo que acaba en patillas. Viste un traje negro hecho a medida y unos zapatos de charol.
Se gira en ciento ochenta grados y camina de frente, poniendo bajo su brazo, un bastón lacado negro.

Segundero rota, con cara de espanto a sus compañeros saetas. Los tres, han sido invitados por el señor Ood a un encuentro privado en su casa. Meados y helados de frio, poco temen tal invitación.
En desfile normalizado, siguen al Sr. Ood por una calle estrecha que huele a orina, redoblando el aroma que empapan. Hora corre para golpear los huevos de Minutero, con el recuerdo de la meada anterior, para descubrir el rigor de su bragueta. Ahora, las tres manecillas arden en su interior, mascando un desagradable destino. La negación se va apoderando de ellos, mientras esperan en la puerta de un local dónde ha entrado el Sr. Ood. Se observan. Segundero es mediano y robusto, lleva los pantalones mojados por el pis, con su ropa interior y zapatillas también empapadas, al menos la cazadora de piel le abriga. Él, mira a Minutero y Hora, ambos delgados, el alto, ella baja, con abrigos, vaqueros negros y botas. Todos visten de oscuro, viaje funerario, por placer,…quien sabe.

Al salir del local el Sr. Ood, aparece un coche negro extranjero de gama alta tras ellos. Les indica que se metan dentro del coche, dónde tres sacos negros les esperan, para que se los coloquen en las cabezas.
  • Es por seguridad - dice.
Motivados por lo perverso de la idea, cada uno se coloca su saco sin rechistar. Hora aprieta bien fuerte el suyo en el cuello al atarlo, a fin de que le falle la respiración. En el viaje, Minutero escucha la dificultad pulmonar de Hora, y palpa a ciegas su cara y su cuello para comprobar la asfixia. Mete la mano entre las piernas de Hora, que rezuma un calor húmedo casi audible.
El coche se detiene, al parecer han llegado, y cada uno es llevado del brazo.
El Sr. Ood les da indicaciones para que se quiten los sacos y se acomoden en su lujoso salón. Está decorado con todo tipo de objetos insólitos al lugar, contrastando con el ambiente racional que le proporciona el mobiliario. Sobre la mesa de café, se encuentra un sobre.
  • Es para vosotros - dice.
Hora coge el sobre y mira su interior, hay una gran suma de dinero.
  • ¿Qué quieres que hagamos a cambio de esto? - pregunta Hora.
  • Vuestra impertinencia me agrada. Quiero que folleis para mí, los tres.- hace una pausa y les mira. Continúa: - El funcionamiento será el siguiente. Estaremos en una sala insonorizada, allí sólo hay una butaca, en la que yo me sentaré. Mientras, irán entrando en la sala una serie de objetos que deberéis ir introduciendo en el acto. ¿Alguna duda?
  • ¿Son estos? – Refiriéndose a los objetos que decoran el salón.
  • No, ya están preparados. Los irán trayendo mis ayudantes.
  • ¿Hay cámaras en la sala?
  • Ni una sola.
  • ¿Y cómo podemos fiarnos?
  • Podéis alquilar una habitación de hotel con vuestro dinero y esperar un par de días a que lo organice todo.
  • Regresamos mañana a casa. Una pregunta más ¿tenemos que follar en el suelo?
  • Podéis hacerlo dónde queráis, pero la habitación no tiene ningún tipo de decoración ni mobiliario. – concluyendo – Cuando estéis listos avisadme.
Los tres se levantan del sofá con el ímpetu de quien se coloca a la cabeza de una fila para ser el primero.
  • Debo pediros que os pongáis los sacos de nuevo. - añade el señor.
Entre desconfianza y lasciva curiosidad, los tres desequilibrados se cubren.
Nuevamente les conducen del brazo.

Cuando llegan a la habitación, son desnudados aun con las cabezas cubiertas.
  • Podéis comenzar. – una voz solemne les incita.
Hora se quita el saco y observa la habitación. En frente de ellos, tal y como dijo, se encuentra el Sr. Ood sentado en una butaca. En la mano lleva un interruptor. La habitación se encuentra vacía, es un cubo azabache, retro iluminado por luces halógenas bajo una hilera de vidrio traslucido que recorre las esquinas del suelo, creando una atmosfera singular e irreal. A la izquierda hay un hueco en la pared, a modo de boca de escenario, por el que no se ve nada.

Cómo los otros dos aun no se han quitado los sacos, Hora aprovecha para atarlos por los cuellos espalda con espalda. Segundero comienza a menársela e intenta agarrar a Hora, que le escupe en el pecho y huye, buscando el miembro de Minutero. Este, comienza a preguntar por qué Hora ha hecho eso y recibe una bofetada de Hora, que agarra a la vez con la otra mano su rabo. Minutero calla y Hora, arrodillada en el suelo, desplaza su mano lentamente de arriba abajo por el pene de Minutero, con la ayuda de la lubricación del líquido seminal que delata su harta libidinosidad.

Segundero y Minutero, buscan el ano del otro, y se acarician mientras cada uno tiene su polla ocupada. Hora engulle el pene de Minutero, escupiendo la mezcla de saliva y fluido lechoso que se va acumulando en su boca. Un hilo de flujo brillante se desliza entre las piernas de Hora hasta el suelo, para reunirse con los fluidos que salen de su boca. Pone la mano en su coño y agarra todo el flujo que puede. Con la otra mano, afloja los sacos, y bajo estos, restriega sus manos por las caras de ambos, que absorben el hedor y la saturación de su entrepierna.

Segundero y Minutero se deshacen de sus respectivos sacos, se giran, y comienzan a masturbarse el uno al otro con rabia.
Hora coge del pelo a Minutero y arrastra su cara hasta su coño. A cuatro patas Minutero lame el clítoris de Hora, mientras que Segundero humedece el ano de Minutero para introducirle su pene.

El Sr. Ood no se inmuta, y observa cómo por fin aparece uno de los objetos, que resulta ser un cohete blanco de unos dos palmos.
El objeto es llevado por una de lo que parecen ser las ayudantes del Sr. Ood. La chica, tiene la mirada vacía. Su pálida y fina piel muestra de manera translucida, sus venas y arterias verdes y azules. Es menuda, completamente lampiña y sus rasgos faciales menudos y concretos le dan un aire oriental. Al entrar su cuerpo en el habitáculo, se ilumina por contraste cómo una fuente de luz congelada.
El Tiempo se estremece, y Segundero le arrebata el objeto de las manos para introducirlo en su ano. Antes de que la ayudante se marche, Hora se desprende de Minutero, que está siendo sodomizado por Segundero, y engancha la cerámica piel de la sirvienta, que hieráticamente se resiste.
  • Eso no está permitido, querida. – advierte el Sr. Ood.
  • Dijiste que cualquiera de los objetos, y tus ayudantes lo son. – replica Hora.
  • está bien. Veamos que hacéis.
La sirvienta, pudorosa, se clava en el suelo y Hora pide ayuda a Minutero, que ha perdido la atención de Segundero, dedicado ya totalmente a su propio ano. Entre los dos, consiguen reducir a la ayudante, y tumbarla en el suelo de piernas abiertas. Mientras Minutero la agarra de los brazos y muerde sus pechos, Hora tienta la vulva imberbe de la sirvienta, que parece estar muda.
Ambos desean proporcionar placer de forma tortuosa a semejante rectitud. Cómo si la ayudante en sí misma fuese un vidrioso dildo sacro tamaño persona, Minutero y Hora se dedican a moverse alrededor de su translucido cuerpo con la intención de quebrar tal fragilidad decrepita.
Hora siente una presión vacía en la garganta producto de la excitación, que le está provocando cierto mareo. Corre a introducirse el aparato de Minutero en la boca, hasta que casi sin poder respirar, comienza a toser y vomita sobre él y la ayudante. Hora escupe y sigue tragándose el pene de Minutero, que atrapa la cabeza de la ayudante cómo un balón y la acerca a sus sucias piernas. Esta, temiendo la reprimenda de sendos faltones, comienza a ingerir el vómito de Hora, que se traslada hasta los muslos de la sirvienta y comprueba que el blanquecino pliegue que acogen, aun no está mojado. Hora acerca su lengua al límpido ano y la sirvienta da un respingo acompañado de un gemido ahogado. Se tira al suelo boca arriba ocultando su culo, pero Minutero y Hora consiguen tumbarla del revés. Hora se coloca encima, e indica a Minutero que le penetre y al recibir Hora la embestida, vacía su cuerpo, escupiendo un chorro de líquido transparente que cae sobre el eclipsante piñón de la sirvienta.
Ambos estimulan con sus dedos y la reciente fluidez, sendas cavidades.

Al otro lado, el cohete ya instalado en el ano de Segundero, le hace gemir y llorar en una amalgama de sentidos hirientes y placenteros.
  • Por favor, chúpeme la polla. – dice dirigiéndose al Sr. Ood.
Los ojos oscuros del Sr. Ood centellean y contaren el espacio ambiental, generando una tensión que roza a los cinco.
  • ¿No prefieres que lo haga alguna de mis ayudantes?
Segundero gime más fuerte y se acerca al Sr. Ood, que agarra su bastón y le responde con un rápido golpe en la espinilla. Cae de rodillas al suelo y gimotea. A duras penas camina de rodillas mientras se masturba y atina a correrse sobre los lustrosos zapatos del Sr. Ood, que empuja con su bastón la cabeza de Segundero hasta ellos para que lama el semen derramado. El Sr. Ood le ordena que le enseñe el interior de su boca y Segundero se lanza encima de él, desluciendo su presencia con una mezcla de saliva y el semen recogido. El Sr. Ood se levanta y lo lanza al suelo.
Minutero se gira, se arrastra por el suelo hasta el bastón del Sr. Ood, lo coge y le golpea los gemelos con fuerza. El Sr. Ood cae sobre Segundero y Minutero se coloca de pie sobre la espalda del señor. Con el bastón le aplasta la mano derecha y sin soltarla, se baja de la pila de carne con diligencia. El Sr. Ood se gira para agarrar su mano con expresión de dolor. Segundero consigue colocarse encima para inmovilizarlo y comienza a besar su cara. Mientras el Sr. Ood intenta zafarse del robusto Segundero, Minutero aprovecha para ir desnudándolo. Al hacerlo descubre que ha debido sufrir algún accidente u operación en el pene, una cicatriz oblicua como si hubiese sido parcialmente seccionado, cosa que se lo deforma y produce una erección irregular y grotesca.
  • ¿Tira mucho cuando se te pone tiesa, eh? – asalta Minutero mientras acaricia con el mango del bastón el duro aborto que acaba de hallar.
Minutero se agacha, tratando de descubrir cuál será la reacción del señor ante el seguro dolor de mover sus pellejos, y a la misma vez se pregunta, de qué manera reaccionarán esas pieles ante el impulso de sus manos.
El cuerpo del Sr. Ood exclama en un alarido de violencia que aparta el cuerpo de Segundero.

Contiguamente a ellos, un sonido ahogado entre lágrimas, nacido de la mano de Hora, se escapa de la boca de la ayudante. Al comenzar la humillación de su amo, la sierva, siente el alivio de la empatía del dolor con este, así como la rabia liberada de su servidumbre y una falta tenaz por tales emociones que le transportan al vomito espiritual que poco a poco va provocando Hora. Por fin aquel cuerpo translucido cobra una solidez blanda y moldeable, solo su interior sigue preso, lastimado por su propia obcecación, que la ha llevado casi a la muerte de la conciencia. Siendo así, descubre Hora que la liberación no ha sido suficiente, y que debe proporcionar más terreno plácido a ese ser tan etéreo. Se acerca a la boca de la ayudante y mientras le acaricia la mejilla, le susurra al oído que saque la lengua. La sierva obedece, y Hora le pide que abra bien la boca. La mano de Hora que rozaba el pómulo se desliza hasta lo más profundo de la lengua de la sierva, acariciándole una y otra vez la lengua hacia afuera. Cuando la mano esta baboseada de la salivación provocada por las arcadas de las caricias de Hora, coloca la palma empapada en el clítoris de la ayudante, presionando en dirección circular. Llevando por la parte posterior de la cabeza a la sirvienta, se acercan a los otros tres, para definitivamente poner en tiempo presente el reloj al que se le ha estado dando cuerda.

Minutero sentado en el pecho del Sr. Ood, sujeta con los pies el bastón sobre el cuello de su preso, para inmovilizarlo y poder atarle las manos con una cuerda de uno de los sacos. Para que Segundero pueda seguir jugando con el extraño pene del Sr. Ood sin que la estancia se llene de gritos, Minutero le llena la boca con el saco negro arrugado.
El Sr. Ood es colocado a cuatro patas entre tensas convulsiones tratando de evitar el acido ardor que resquebraja el afable gusto de la masturbación.
El mango del bastón, del que le liberan de ser ahogado, reemplaza ahora al saco húmedo que tenía en la boca. Segundero coge el saco hecho una bola y trata de introducirlo en el ano del Sr. Ood. Con dificultad, saca el cohete de su ano, que segrega una baba marronacea con hilillos de sangre, se unta la mano en el potingue y lo restriega por el ano del señor para lubricarlo. Bien ungido, consigue ya introducir el saco y se dedica a seguir acariciándole la polla, que sin lugar a dudas es lo más oculto y oscuro de aquel hombre opaco y brillante.

El suelo a los pies del amo se llena de lágrimas de la sierva, que se retuerce mientras Hora sigue deslizando su mano en la suave y frágil entrepierna cada vez más hinchada, sonrojada y chorreante.
Minutero coloca la sirvienta a cuatro patas con el culo en frente de la cabeza de su amo. Hora, que sigue tocando el clítoris de la sierva, bajo esta y su amo, introduce el extremo libre del bastón al otro lado de la boca del señor en el agujero iridiscente de la ayudante, que está siendo ahogada por el pene de Minutero. Ahora el bastón se encuentra entre el ano de la sierva y la boca del amo, que sufren cómo bestias heridas en el suelo.

El Tiempo apresa la opción definitiva de sesgar el hilo de las vidas de los cuerpos sodomizados, en un fulgor mortal de perversión que atraviesa el cuerpo de los cinco cómo una aguja electrificada, haciendo desaparecer el bastón bajo el sonido infra epidérmico que derrama grandes cantidades de fluidos sanguinolentos sobre Hora, congelándolos de forma simultánea en un brutal orgasmo.







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