Aguas salobres/Los muertos – Mario levrero

La editorial uruguaya Hum recoge en este volumen dos libros de relatos del genial Mario Levrero, Aguas salobres, de 1983; y Los muertos, de 1986, correspondientes a su etapa intermedia, antes de situar en sus escritos a un yo protagónico, alter ego del autor.

Aguas salobres lo componen cuatro relatos cuya extensión media ronda las veinte páginas.

Abre el libro el cuento Casa abandonada. En ella se dan cita hombrecillos de once centímetros que salen de los tubos de la instalación de gas; una despensa donde conviven cientos de especies de araña; un ente, "ello", que no se sabe cómo es pero que vive en el altillo; mujercitas desnudas que salen del grifo y toman el sol en la jabonera; una lombriz interminable que sale del bidé; huracanas cuyo epicentro es el salón de la casa; la intuición de que un unicornio pasta en el jardín. Levrero en estado puro.

Las sombrillas, comienza cuando la niña de la casa donde viven diferentes personajes anuncia que "nohaymar", esto es, que ha desaparecido el mar. Preparan una expedición, casi un éxodo a través de la arena húmeda y ondulante donde antes descansaba el mar. Poco a poco, los personajes van desapareciendo.

En Aguas salobres un feto que ha logrado sobrevivir gracias a los cuidados de una cerda domina a todo un pueblo costero. En este relato, Levrero inventa toda una religión igual de coherente que el resto de las existentes. Hasta esboza una pequeña hagiografía.

Por último, Noveno piso, se inicia con el protagonista queriendo subir hasta ese piso. El ascensorista se apuesta con él a que no llegará arriba. El hombre se queda extrañado por la apuesta pero, en efecto, el ascensor se cae al vacío por el peso de sus ocupantes así que el hombre decide trepar por el hueco del ascensor para reunirse con la persona con la que había quedado. Y llega, pero tarde. Muy tarde.

Por su parte, Los muertos, se compone de tres relatos. El primero de ellos, el que da título al libro. El protagonista oye un disparo cuando está solo en casa de sus tías: el inquilino con el que conviven se ha suicidado. Sin saber muy bien qué hacer, sale a la calle. El tiempo va pasando y cada vez le parece menos conveniente ir a comunicar lo sucedido a la policía por si le acusan de haber tardado tanto o le interrogan.

En Espacios libres, un hombre busca a una prostituta que se ha ido de su casa desnuda. En un bar se encuentra con un grupo de gente que se une a esa búsqueda. Da comienzo una especie de road movie etílica e hilarante en busca de un perro rastreador capaz de encontrar a la prostituta.

Por último, Algo pegajoso, es un cuento de tres páginas donde la primera mitad habla de un caramelo y del envoltorio que se le pega en la palma de la mano y la otra mitad narra el encuentro casual con Antonieta a la que hacía seis años que no veía.

Estos tres relatos están ya mucho más próximos al Levrero de la segunda etapa, mucho más mesurado y menos dado al surrealismo, aunque dejándose llevar por la narración.

Si bien es cierto que algunos de los cuentos no he llegado a comprenderlos ni tan siquiera después de haberlos leído un par de veces, otros, como Aguas salobres o Los muertos son auténticas joyas que se merecerían mucho más espacio en la historia de la literatura hispanoamericana.

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