Amo a Dick, de Chris Kraus


Lo primero que me atrajo de este libro es su condición de inclasificable. No es un compendio de cartas, aunque casi todos los textos son misivas escritas por alguno de los protagonistas. No es una novela, aunque está armada como tal. No es un ensayo, aunque (sobre todo en su segunda mitad) hay reflexiones y apuntes sobre libros de filosofía, sobre novelas o sobre algunos movimientos artísticos. No es un diario porque, aparte de mezclar géneros, a menudo Kraus escribe sobre sí misma en tercera persona. No son memorias en el sentido estricto porque llega un momento en la autora esté fabulando, creando, acomodando lo vivido a la estructura narrativa, variando ciertos detalles: “ficcionalizando”.

Chris Kraus, cineasta y escritora, casada con el profesor y escritor Sylvère Lotringer, se enamoró perdidamente del crítico inglés Dick Hebdige, que en el libro sólo aparecerá como “Dick”. A partir de entonces empezó una especie de juego peligroso que acabaría afectando a los tres implicados, como siempre ocurre en los triángulos: Kraus escribió un montón de cartas declarando su amor a Dick, mientras su marido se convertía en atónito observador y también cómplice. Es lo más insólito del libro y lo más atractivo: cómo ese matrimonio al que ya le falta el oxígeno aún sobrevive por esa pasión que el marido consiente, porque ella lleva siete años sin excitarse sexualmente y el misterioso y escurridizo Dick la ha despertado de su letargo. Pero, como digo, los tres salen afectados: Chris está frustrada porque Dick no le hace caso, Sylvère acepta el juego pero pasa a un segundo plano y puede convertirse en un cornudo, Dick está harto del juego y sabe que el acoso y las cartas afectan a su privacidad y a su tranquilidad.

Pero, en un momento dado, dicho juego comienza a cambiar: la obsesión de Chris por Dick se transforma en literatura, y las cartas y los extractos de diarios y los ensayos van tomando su propia forma, como si Dick sólo fuera una excusa para crear, para hacer novela.

Chris Kraus es una mujer valiente, y además totalmente empapada de cultura (abundan en el libro las referencias literarias, cinematográficas, filosóficas…), una mujer fuerte, con carisma, con ideas, sin pelos en la lengua, una de esas mujeres que atemorizan a los machistas. Hay una frase en el libro que, a mi entender, es primordial porque refleja sus intenciones. Dice así (refiriéndose a ella misma en tercera persona): Tiene la convicción de que la escritura es la única vía de escape hacia la libertad.

Un último apunte: conviene no perderse el prólogo de Eileen Myles ni, especialmente, el ilustrador epílogo de Joan Hawkins. Sería una pena que Amo a Dick pasara desapercibido.


[Alpha Decay. Traducción de Marcelo Cohen]

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