El consejero [guión], de Cormac McCarthy


Mi primera lectura de este guión me provocó perplejidad y decepción a partes iguales. Es una cosa rara, me dije; demasiado rara. Como fanático de algunos libros (no he leído todos) de Cormac McCarthy, intenté desentrañar qué había querido decir, por qué había escrito lo que había escrito. A un tipo que ha escrito Meridiano de sangre, Sutree, La carretera o No es país para viejos le debemos un respeto. Tras esa primera lectura, digo, me quedó la impresión de haber entendido pocas cosas. McCarthy ha optado, al contrario de lo que es frecuente, por enseñarnos las bambalinas del tráfico de drogas y los asesinatos de Ciudad Juárez. Es decir, él no muestra los momentos en los que se cierran las operaciones, no muestra a los hombres importantes cuando toman decisiones drásticas, no muestra las torturas o algunos de los asesinatos (que debemos conformarnos con imaginar). Esa cantidad de elipsis y misterios e historias no cerradas (al menos para el público y/o el lector) pueden favorecer a una novela (pensemos en toda la acción que no se muestra en la novela No es país para viejos), pero perjudican a una película.

El guión de El consejero contiene demasiados enigmas y unos cuantos agujeros. Pero la razón es obvia: McCarthy es escritor, no guionista; para empezar, el guión (hablo de lo que se ha publicado) carece de las acotaciones propias del género (ej: EXTERIOR NOCHE, primer plano del protagonista, etc); y luego contiene un montón de diálogos triviales, casi absurdos (pienso en el prólogo del guión, no de la película: luego, en el post correspondiente sobre la peli, lo explicaré), que pocas veces aportan sentido a la trama. Es como si el autor hubiera querido implicarse en el juego de Mátalos suavemente o Pulp Fiction, es decir, conversaciones frívolas… pero, en el caso de las dos películas citadas, esas conversaciones eran más potentes y aportaban más de lo que parece. Y, junto a esos diálogos triviales, hay algunos monólogos (siempre en boca de personajes secundarios) bastante memorables, especialmente hacia el final.

Como decía al principio, dado que a McCarthy le debemos respeto absoluto, volví a leerme el guión, esta vez centrándome más en los diálogos y menos en la descripción de acciones. Entonces empecé a entender algo. Me gustó un poco más, sin apasionarme. Tiene tantos altibajos que parece una montaña rusa. Luego entendí que McCarthy nos está hablando de algo que le interesa mucho: la codicia. Cómo la codicia acarrea consecuencias graves. Y cómo una persona debe arrastrar sus culpas y afrontar sus errores, le guste o no, sea capaz o no. Junto a esa codicia hay algo que flota por ahí: El Mal, así, con mayúsculas (tomo esa idea de la conversación que tuve con Hilario J. Rodríguez acerca del filme). Un Mal que acecha, que está latente, y que podemos despertar o no, dependiendo de nuestro modo de vida. McCarthy, decidido a centrarse fundamentalmente en los peones y en algún alfil del juego de ajedrez de la droga (pero no en los reyes), introduce sin embargo un elemento muy interesante: la reina. La reina, Malkina, cuyo nombre ya nos dice mucho acerca de su personaje porque suena al Mal y a Maquinar. Esto no es ninguna tontería porque al autor le interesan el castellano y los juegos de palabras y significados, como vemos en partes del guión que no aparecen en la película de Ridley Scott. Dicha reina, por cierto, recuerda un poco a la Salma Hayek de los Salvajes de Oliver Stone. Ese papel principal de la mujer es acorde con los tiempos y tiene un interés básico en numerosas películas actuales: el papel de la fémina cogiendo las riendas y demostrando su poder.

Por otro lado, no olvidemos algo importante: un guión es una base, una estructura, un esqueleto. Equipararlo a una novela o a una obra de arte es arriesgado, y eso sólo lo haría un lector memo. Es como ver los huesos de Monica Bellucci y decir que no te gustan. Lógico: porque no has visto la carne que lleva encima; porque no has visto la película. Y lo dice alguien que ya ha leído muchos guiones: el guión es una herramienta de trabajo, los cimientos sobre los que el director y su equipo van a crear algo. Y, paradójicamente, el guión acaba siendo el factor más importante de casi todas las películas.

Pese a sus abundantes debilidades, en esta segunda lectura apunté algunas frases dichas por los personajes que a mí me han atraído:

Las cosas están y de un día para otro ya no están. Echarlas de menos es confiar en que volverán. Pero las cosas no vuelven.

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Lejos de mi intención desarrollar el tema, pero lo único que en el fondo debería preocuparnos es la angustia de nuestros compañeros de viaje en este tren con destino al infierno.

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La vida es estar en la cama contigo. Todo lo demás es simple espera.

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Si tu definición de amigo es alguien que moriría por ti, entonces tú no tienes amigos.

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Solo sé que el mundo en el que intenta usted enmendar sus errores no es el mundo en el que fueron cometidos. Está en una encrucijada y piensa qué camino debe elegir. Pero no hay nada que elegir. Aquí no existe más que la aceptación. La elección se hizo tiempo atrás.

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En ninguna parte existe un corazón tan puro como el del depredador. Yo creo que si algo define al cazador es más lo que se ha librado de ser que lo que ha acabado siendo. No hay distinción entre lo que es y lo que hace. Y lo que hace es matar.


[Mondadori. Traducción de Luis Murillo Fort]

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