La noche es nuestra. Germán Piqueras





Vivo en un lugar donde solo se escucha.

Mi única visión es la luz amarillenta
que ilumina los candentes tacones,
de chicas que celebran cada noche
que tienen veinte años.

Yo, sin embargo, tengo todos los años que existen.
Los oídos más grandes y sensibles de este universo,
y una imaginación que roza alguna sinceridad,
y casi todas las perversiones. Por dulces que sean.

Tengo la suerte de escuchar nuevos pasos
cada diez minutos, cuyas ondas ahondan
más mis arrugas y forman otras nuevas
en los lugares más tersos de mi enferma inocencia.

Mis ojos tienen la mueca de quedarse aquí,
en esta eternidad de desconocimiento mutuo
entre quien camina y quien escucha.

Me conformo con que pisen mi silencio
con su jaleo desmadrado.
Sus tacones tienen más poder que los
libros que no leo.



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