Kerouac y la generación beat, de Jean-François Duval


Se han publicado (y se seguirán publicando) muchos ensayos sobre la generación beat, pero creo que éste es uno de los más importantes, o al menos de los más atractivos. Si El libro de Jack, que recomendamos aquí y que lideraba el escritor Barry Gifford, construía “una historia oral” del movimiento beat, en este ensayo de Duval se hace algo parecido, aunque se centra en sólo unos pocos autores. Duval entrevista en profundidad a Allen Ginsberg, Carolyn Cassady, Joyce Johnson, Timothy Leary, Anne Waldman y Ken Kesey, para que hablen, fundamentalmente, de los autores que más me interesan, a saber: Jack Kerouac, Neal Cassady y William S. Burroughs.

En esta temporada, los lectores de los beat estamos de enhorabuena: a la traducción de este ensayo-entrevista hay que sumar la edición de Off the Road (el libro de memorias de Carolyn Cassady, en Escalera), la edición argentina de Viajero solitario (de Jack Kerouac, en Caja Negra) y la próxima reedición de Visiones de Cody (también de Kerouac, y también en Escalera). El rasgo más notable del libro de Duval es que sus protagonistas, los supervivientes, desmienten algunos de los mitos y tratan de huir de las etiquetas. En uno de los fragmentos copiados más abajo, Allen Ginsberg nos demuestra el daño que los periodistas hacen cuando endilgan a los autores su catálogo de etiquetas (beat, X, nocilla…); es, como digo, uno de los puntos más interesantes de este volumen que no deberían perderse los lectores de Kerouac. Aquí dejo algunas declaraciones de los entrevistados sobre los grandes héroes de aquella generación:

JEAN-FRANҪOIS DUVAL: Así pues, de su encuentro con Burroughs, Kerouac y otros en 1944 nace la generación beat, de la que ahora se celebra el cincuenta aniversario…
ALLEN GINSBERG: ¡No! ¡No se celebra el cincuenta aniversario de la generación beat! Nunca ha existido ningún “movimiento beat”. Simplemente hace cincuenta años que conocí a Burroughs y a Kerouac. La palabra “beat” no es más que un apelativo estereotipado que nos endosaron los medios después de que John Clellon Holmes, el autor de la novela Go, la utilizara en un artículo del New York Times Magazine, en 1952. Por mucho que hoy en día todo el mundo utilice el término “movimiento beat” y hable de él sin parar, ese movimiento no existe, no ha existido nunca, sólo es una alucinación psicodélica de los medios (risas). En realidad, cada uno de nosotros, los autores que nos vimos agrupados bajo esa denominación, somos escritores profundamente singulares, muy diferentes unos de otros. […]

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J.-F- D.: Muestra mucha preocupación por los problemas ecológicos.
A. G.: Por supuesto. Ha sido un motivo literario para los poetas norteamericanos desde los años cincuenta. Acuérdese de lo que escribía Kerouac: “The Earth Is An Indian Thing”, la tierra es asunto indio.

J.-F- D.: ¿Qué quería decir con eso?
A. G.: Era su manera de insistir en el divorcio que existe desde hace mucho tiempo entre nosotros y nuestro entorno. Un divorcio que se acentúa cada vez más, pues procede de una efervescencia hipertecnológica en constante progresión. El agujero de la capa de ozono, la lluvia ácida, la deforestación, los residuos nucleares y químicos, la contaminación del aire, la tierra y el mar… En cierta manera, el planeta tiene el sida, su sistema inmunitario ya no es capaz de resistir al virus humano. Creo que ya está claro para todo el mundo. El planeta naufraga. Destruimos por millares los códigos de información contenidos en especies vegetales y animales. Justo lo contrario de lo que hacían los antiguos indios americanos, que conocían íntimamente las plantas y los animales, y vivían en una relación equilibrada con ellos. Podríamos aprender mucho de su civilización en términos de respeto a la madre naturaleza, si me permite decirlo así… La tierra es asunto indio, pero estamos destruyendo ese vínculo íntimo.

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CAROLYN CASSADY: Hay que distinguir entre vida y literatura. Lo que hoy nadie quiere entender es que Neal y Jack se esforzaban por ser personas correctas, decentes, respetuosas de las costumbres de la sociedad. Ambos odiaban las tendencias autodestructivas que podían impedírselo. Además de con ser reconocido en el plano literario, Jack siempre soñó con una vida tranquila y ordenada, con tener un hogar estable, hijos y una mujer atenta pero no demasiado exigente con él. […]

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C. C.: […] Neal ya estaba muerto cuando conoció a Kesey.

J.-F- D.: ¿Qué quiere decir?
C. C.: Que Neal murió mucho antes de su muerte física, en 1968. Poco después de salir de San Quintín, en 1960, ya no fue sino un muerto viviente. Lo invadía una sensación de fracaso total, de haber desperdiciado completamente su vida, de ser un hombre perdido. Eso fue lo que lo llevó a autoflagelarse, a hacer todo lo posible por destruirse físicamente y matarse. Exactamente lo mismo que hizo Jack a partir de 1957 abandonándose a la bebida.

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ANNE WALDMAN: Sí, Burroughs es un personaje decididamente inquietante. Arroja sobre las cosas una mirada indiferente y muy fría. No tiene nada de sentimental, no es el tipo de persona que se te acerca y te abraza o te da unos golpecitos en la espalda. Pero debajo de esa apariencia es alguien capaz de mostrar ternura. Lo vi con mis propios ojos cuando su hijo estuvo tan enfermo, aquí, en Boulder, y vi qué tipo de relación establecían entre ellos. Y lo vi llorar, vi a William Burroughs llorar, cuando Billy estaba ingresado aquí, en el hospital, en coma, antes de morir en Florida, a los treinta y tres años. […]

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KEN KESEY: […] No hay que juzgar nunca a un poeta a partir de los olores que emana su cadáver. […]


[Anagrama. Traducción de Francesc Rovira]

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