Hace dos años, todavía me acuerdo de Félix Romeo

felix

Me acuerdo de cómo nos abrazábamos. Los dos éramos gigantes y chocábamos como dos petroleros. Tú me dabas palmadas en la espalda con tus manos gigantes. Yo sólo quería estar a la altura e intentaba ser igual de poderoso que tú. Luego miraba mis manos, pequeñas y frágiles, y me daba cuenta de que no podía serlo. Lo que quería era que me abrazases fuerte y poder quedarme en tu regazo. Me acuerdo de que Sabina y Andrea se reían de nosotros, de nuestra relación de hombretones. Me acuerdo de que me preguntabas por la escritura muy poco, casi nunca hablabas conmigo de escribir. Yo tenía envidia de Sabina y de Andrea porque con ellas sí estabas pendiente. Sólo me hablaste una vez. Me paraste en la plaza de Lavapiés. Me dijiste: tú ya eres escritor. No tienes nada que demostrar. Ahora sólo tienes que escribir. Me acuerdo de que tú me preguntabas si follaba. Siempre. Me acuerdo de conversaciones de Facebook, eran siempre fugaces, aparecías y desaparecías dejándome con la palabra en la boca. Félix: qué haces. Yo: estoy viendo ‘Las vírgenes suicidas’ de Sofía Coppola. Félix: a las vírgenes hay que follárselas antes de que se suiciden. Y ya habías desaparecido. Me acuerdo de que me presentaste a Josep María Pou y que yo ya estaba muy borracho para mantener una conversación decente con él. Me acuerdo de que leí ‘Dibujos animados’ mucho antes de conocerte. Mi amiga Elena, maña como tú, era una fiel seguidora tuya y me prestó el libro. Lo leí y quise más. Elena me dejó ‘Amarillo’ y ‘Amarillo’ fue increíble. Ahora tendré que leerme ‘Discotheque’. Me acuerdo de que no nos tratabas con paternalismo, de que eras sincero, de que hiciste que Sabina y Andrea dejasen a sus novios para escribir, de que hiciste llorar a Sabina en el Cock en la calle de la Reina y que a mí me dio mucha pena y le mandé un mensaje pese a que la tenía al lado diciéndole que la quería. Me acuerdo de que cuando te conocí quise parecer inteligente y solté una genialidad sobre el teatro y la literatura que tú desmontaste en un santiamén. Y que pensé que otra vez había hecho el ridículo. Me acuerdo de tu risa y de que decías que no te hacía falta escribir, que no era necesario. Te gustaba más leer y te gustaba más todavía comer, beber, follar y estar con los amigos. Me acuerdo de que me descubriste a Natalia Ginzburg y de que siempre que me mandabas un mail lo comenzabas escribiendo Querido Miguel y de que yo no me di cuenta hasta que releí todos tus mails después de que te hubieses muerto. Me acuerdo de que estaba en el DISKafe en la calle Karlova al lado de la escuela de teatro de Praga y que abrí el ordenador. Me acuerdo de que leí un comentario de la escritora Erika Martínez diciendo que habías fallecido y que no me lo creí. Me acuerdo de que puse tu nombre en Google y de que en tu entrada de la Wikipedia ya ponía la fecha de tu muerte, pero tampoco quise creerlo. Me acuerdo de que pulsé últimas noticias y apareció una entrada de El País, un obituario escrito por Elsa Fernández-Santos. Me acuerdo de que pensé en el día de los Santos Inocentes y de las noticias falsas de los periódicos y que tuve que pararme a pensar en qué día estábamos rezando porque fuese 28 de diciembre, pero era 7 de octubre. Me acuerdo de que alrededor estaban mis compañeros hablando en un inglés extraño intentando entenderse y de que yo estaba tomando un té y de que me temblaba la mano y de que no pude levantar la vista de la pantalla. Me acuerdo de que no tenía el móvil y de que quería llamar a Madrid. Me acuerdo de que escribí un mensaje por Facebook a Sabina y Andrea diciéndoles que estaba fatal y que quería hablar con ellas pensando que ellas ya estarían enteradas. Me acuerdo de que Sabina contestó primero y no sabía nada. Me acuerdo de que tuve que escribir, pulsando tecla por tecla, la frase: se ha muerto Félix. Me acuerdo de que luego salí a la calle a fumar y que una chica francesa, Leah, vino y me dio un abrazo y yo me eché a llorar. Me acuerdo de cuando nos encontramos a Patricio Pron con la espalda pinzada y como fuiste inmediatamente a darle un masaje para curarle y de que yo os saqué una foto en la que parece que le estás estrangulando. Me acuerdo de que cuando Sabina, Andrea y yo nos juntábamos a escribir hablábamos mucho de ti, y de que en cierto sentido escribíamos por ti, y nos preguntábamos sobre qué pensarías de lo que habíamos escrito. Me acuerdo de que querías que Andrea se liase con Jonás Trueba. Me acuerdo de que cuando intentaba ligar con alguna chica estando tú en el grupo te sentía vigilándome, pendiente, y que eso me gustaba. Me acuerdo de lo importante que era para ti que los demás escribiesen. Me acuerdo de pensar que de mayor quería ser como tú. Me acuerdo de que pensé que tenía que salir a brindar por tu muerte, que tú hubieses querido que saliésemos a beber y comer y hablar y que eso hice. Me acuerdo de que fuimos a beber a un bar absenta y luego a otro en la calle Melantrichova y que me acabé llevando a la cama a una finlandesa. Me acuerdo de que a la mañana siguiente pensé que había sido tu regalo de despedida, que habías sido tú el que antes de marcharte me habías brindado un polvo, tan preocupado estabas siempre porque follase. Me acuerdo de que gracias a ti no sólo conocí a Sabina y Andrea, sino que hiciste que se convirtieran en mis hermanas, que compartiésemos algo tan intenso y doloroso como era amar la literatura, escribir, pero sobre todo amarte a ti. Me acuerdo de que te gustaba irte a la francesa, sin despedirte, y así te has ido.

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