Siete maneras de titular un libro

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Como podéis ver con el propio título de este post, yo vengo a no tener ni puta idea de cómo se titula decentemente. También si uno va a la sección de mis libros (cuidado, fragmento de autopromoción encubierto) puede comprobar que no es uno de mis dones. El primero se titula como una canción de U2 (¿hola?), el segundo, el de niños, el que está en francés, es el mejor pero no lo elegí yo, porque como comprenderéis yo los juegos de palabras en francés, en fin, y el tercero está robado de un verso de Gil de Biedma, es bonito y sugerente pero vaya, que no llega.

Seguramente sea algo que vaya por gustos, dado que vivimos en el puto siglo del relativismo, pero cuando uno ve un título bueno lo reconoce y se calla, punto en boca. No habrá nadie que te diga que titular no es importante, ya sea un libro, tu post, tu tesis, tu plato de nouvelle cuisine, tu espectáculo, tu peli, tu perro o lo que te venga en gana. A continuación intentaré hacer una clasificación de las distintas formas de titular.

1. El título poeta.

Los poetas en general escriben muy bonito y todo lo que tu quieras pero en general no tienen ni puta idea de titular. Suelen colocar títulos parcos, muchas veces de una palabra, a veces dos, siendo una de ellas un artículo y algunos, los que le echan más huevos, se atreven con tres. Son del estilo: la soledad, el viento, la noche. En fin horríbilis. No obstante, hay buenos títulos en este estilo, por ejemplo: Las afueras o Dinero de P. G. Casado, o ese Calor de Vilas o si no queréis que los escritores estén vivos esas Soledades de Góngora, (ojo: no es lo mismo La soledad que Soledades, no sé si me explico).

2. El título largo. 

El título largo es el título truco, el que siempre funciona, ya puede ser la tontería más grande, que funciona. Probad en vuestras casas, niños, no hay peligro, probad, por ejemplo a crear: ‘La cena está fría y el microondas se nos ha roto’ o ‘El beso que me diste aquella tarde de junio del 73 bajo el chopo del patio del Colegio los Alesianos no se me ha olvidado todaviá’. Ahora en serio, para muestra tenemos a Yuri Herrera, del que ya hicimos la crítica de su Señales que precederán al fin del mundo. Otro gran titulador abonado al largo es el ínclito Patricio Pron con su libro de relatos El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan y la novela El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia. De nuevo, si hace falta, para que no digáis que os hablo de escritores posmodernas, tenemos La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y aversidades, aunque bien es cierto, que aquel Anónimo, fuese quien fuese, tenía mucho de posmoderna. Lo malo de los títulos largos es que luego hay que rellenarlos con algo decente, y es fácil que alguien diga -¡tanto título para tan poca chicha! Cuidao. Aquí os dejo la portada del libro con el título más largo del mundo:

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3. El título juego. 

El título juego es aquel que está construido a base de juegos de palabras, dando vueltas de tuerca a frases hechas, reformulando conceptos, utilizando bisemas etc. Para muestra tenemos la última obra de La Zaranda, ahora en gira, El régimen del pienso. Dos palabras bisémicas en un título nos da, cuatro interpretaciones posibles en una. Otro al que le encantaban los juegos de palabras en los títulos era Ángel González con su libro Prosemas o menos, o recuperando el concepto semántico Deixis en fantasma. Pero vamos, no os creáis que esto es nada nuevo, a ver si sois de los que piensan que El perro del hortelano va de un perro de un hortelano.

4. El título de los dos sujetos.

El título de los dos sujetos es un título muy ruso: Crimen y castigo de Dostoyevski, Guerra y paz de Tolstoi. Pero hay en todos lados, El ruido y la furia de Faulkner, Orgullo y prejuicio de la Austen, El viejo y el mar de Hemingway, La ciudad y los perros de Vargas Llosa. También puede ser llamado título polvorón, porque se te llena la boca al decirlo, es como una patada en los huevos, es como paf, toma título. Hay gente como C. S. Lewis, que se atreve con tres y titula una de sus Crónicas de Narnia: El león, la bruja y el armario (sí, ¿qué hace el armario con la bruja y el león? a saber).

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aquí la bruja y el león saliendo del armario

5. El título con nombre propio. 

Venga, a ver, que adivino la primera que habéis pensado: Lolita, de Nabokov. O sí no, Anna Karenina, de Tolstoi. ¿Ulises, de Joyce? Puede ser también Gran Gatsby, de Fitzgerald, Las aventuras de Huckleberry Finn de Twain, Macbeth, Jane Eyre, Emma, Madame Bovary, Roberto Zucco, Woyzeck o sí quizá, probablemente, estuvieseis pensando en Harry Potter. Goodreads, la red social amiga de las ratas de biblioteca, nos regala una lista.

6. El título con palabreja.

El título con palabreja es raro pero eficaz,  porque produce el efecto ¿qué coño? que nos atrae irremediablemente a su lectura. Algunas son inventadas, algunas existen pero son raras. Mítico es El aleph de Borges. Tenemos también Los Pichiciegos de Fogwill, Historia de cronopios y famas de Cortázar. Sí, parece un género exclusivamente argentino, probablemente lo sea.  

7. El título disloque.

El título disloque es el que produce una quiebro en lo racional produciendo un conflicto entre dos conceptos lo que provoca un misterio bastante atractivo. Tenemos, por ejemplo, el maravilloso libro de relatos de Gines S. Cutillas, Un koala en el armario (sí, ya sé, otro armario), o Combate de negro y de perros de Koltes. Más poéitco, en su estilo, Nubes de piedra de Olgoso. Es una forma de titular que le gusta a los cuentistas. La ternura caníbal, de Enrique Serna, El pensamiento mudo de los peces de Lola López Mondejar.

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La literatura universal está plagada de buenos títulos y de buenos tituladores. Así, pensando sin pensar, hay dos que me vienen inmediatamente a la cabeza. El primero es Borges, si miramos simplemente a los títulos de sus libros de relatos tenemos: Historia universal de la infamia (título largo y título disloque), Ficciones (título poeta, hay algo en poner en plural algo que se espera en singular que funciona siempre), El Aleph (título con palabreja), El informe de Brodie (título con nombre propio), El libro de arena (títulodisloque), La memoria de Shakespeare (título con nombre propio, título juego). No falla.

El segundo en el que pienso es Bernard-Marie Koltès, el dramaturgo francés. Publicó pocas obras, pero todas perfectamente tituladas, sobre todo aquellas de título largo que poetizaba a la perfección, convirtiéndolas en tremendamente evocadoras. La herencia (título poeta), Sallinger (título nombre imagespropio) Combate de negro y de perros (titulo disloque), De noche justo antes de los bosques (título largo), En la soledad de los campos de algodón (título largo), La huida a caballo hacia lo profundo de la ciudad (título largo), Tabataba (título con palabreja), El regreso al desierto (título disloque), Roberto Zucco (título con nombre propio).

Yo escribiría un libro sólo de títulos. Pero luego, claro, hay que escribir lo de dentro.

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