Brazos

Uno de mis viejos temores es verme ante una audiencia a la que tengo que contar algo y en lugar de pronunciar palabras sólo emito cacareos. Como una gallina. Las pocas veces que he tenido que hacerlo, dando clase o hablando en una reunión con desconocidos muy engominados, nunca he conseguido librarme de ese temor. Me dicen, imagina que está todo el mundo desnudo. Y tengo que decir que eso no me sirve porque yo siempre imagino a todo el mundo desnudo (dentro de un razonable límite) y ya me acostumbré a ese tipo de imaginaciones. Afortunadamente, apenas tengo que decir nada en público y ese miedo lo entierro rápido si no hay un peligro cercano. En eso somos como esos mafiosos o asesinos que sacan un cuerpo del maletero y lo entierran en un bosque, después de cavar mucho. Pero el miedo siempre vuelve por mucho que lo enterremos. Sobre este tema escribió muy bien Felisberto Hernández, pianista, y como tal describió mejor que nadie ese temor y ese nerviosismo antes de un concierto.

Rescato este fragmento que acabo de encontrarme:
"No sé por qué recuerdo tanto un instante del mediodía en que yo comía lechuga y miraba el brazo de mi hermano que venía a quedar al lado del mío. Aquél era el brazo de un hombre que ese día no daría ningún concierto ni tendría ninguna responsabilidad; en cambio mi brazo no estaba libre y quién sabe cómo lo miraría yo unas cuantas horas después."

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

*