Llamadas a Bolaño (1)

Hoy se cumplen diez años sin Bolaño. O con él de otra manera. A Bolaño le divertía la idea de esfumarse, de dar plantones públicos en los momentos más inesperados. Su obra está poblada de fugitivos que convierten la huida en una forma de peregrinación literaria. En 2666, Beno von Archimboldi es una ausencia rastreada durante un millar de páginas. En Los detectives salvajes, incluso antes de lanzarse a vagar por el mundo, Belano y Lima pasan su juventud desapareciendo de Ciudad de México. Los real visceralistas son prófugos de su propia obra. Cierto día Bolaño me telefoneó desde su casa en Blanes y me pidió que le leyera en voz alta una noticia sobre la Feria del Libro de Buenos Aires. Al buscar el diario, me topé con una foto enorme de su cara. La noticia anunciaba la presencia de Bolaño en Argentina. «¿Qué te parece?», dijo Bolaño ahuecando la ronquera, «¿ves?, ahora estoy aquí y no estoy allá, ahora no estoy aquí y estoy allá, ahora no estoy aquí ni tampoco allá, esto es una grabación, adiós, me largo, este mensaje se autodestruirá en cinco segundos, cuatro, tres, dos, uno…». Y la comunicación se cortó.

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