¿Leen sus majestades los reyes?

Quizá debería haber puesto unas cuantas mayúsculas en el título, pero me cuesta poner mayúsculas a dioses, no siendo creyente, y a reyes por lo mismo. Hace unas semanas coincidió la publicación de la entrevista que Ernesto Baltar y yo le hicimos a Andrés Trapiello con mi lectura del último tomo del Salón de pasos perdidos, titulado Miseria y compañía. Cuando se habló de elegir un titular yo estaba leyendo un fragmento que alude a la escasa afición del Rey por la lectura y recordé la frase de la entrevista en la que alude a ello ("Me sigue pareciendo extraño que de los millones de fotografías que hay del Rey, no se le vea en ninguna leyendo un libro"). Al final se desechó este titular.

Me acordé de esta frase leyendo una novelita de Alan Bennett: Una lectora nada común. Novelita, digo, por corta, se lee en dos sentadas, no por insustancial o poca cosa. Los que saben dicen nouvelle, que queda mejor. Había visto alguna serie de los ochenta escrita por Bennett; nada que ver con The Wire, no, cosas muy teatrales, a medias entre una aventura kafkiana y Benny Hill. Supongo que ahora The Wire es el patrón oro de las series; es tan buena que dentro de diez años nos parecerá infumable. Pero volviendo a la novela de Bennett. Trata de ella, de Su Majestad. Su Majestad es la Reina de Inglaterra y un buen día se aficiona a leer. Lee literatura, claro, se adentra en la literatura. También se puede leer el Sun, como el chófer, o a Ken Follet, pero ese ya es otro leer, el leer generalizado. Entre lectura y lectura se da un repaso cervantino a ciertos autores, y casi parecemos tener a una versión inglesa del cura y el barbero de El Quijote revisando la biblioteca del hidalgo averiado. Así que la Reina (al menos la Reina de la novela se merece las mayúsculas) pasa por varias fases lectoras; desde la indiscriminada lectura de todo lo que caiga en sus manos hasta la lectura reflexiva, con anotaciones y hasta la punzada de hacer algo con las propias palabras.

Evidentemente, el hecho de que sea la Reina hace gracia. La comedia está servida, pero el cuento se eleva por encima del ambiente y las circunstancias de los personajes. Lo mismo que al leer La metamorfosis de Kafka nos importa un bledo si se trata de un escarabajo o de una cucaracha. Eso le importaba a Nabokov, que coleccionaba bichos.

Por supuesto es una fantasía, los reyes quizá no leen gran cosa. Qué sería de ellos.

"Si le hubieran preguntado si la lectura había enriquecido su vida habría contestado que sí, sin duda alguna, aunque habría añadido con la misma certeza que al mismo tiempo la había vaciado de toda finalidad. En otra época era una mujer resuelta y segura de sí misma, que sabía cuál era su deber y tenía la intención de cumplirlo todo el tiempo que pudiera. Ahora muchísimas veces estaba dubitativa. Leer no era actuar, eso era malo. Y a pesar de su edad era una mujer activa.
Volvió a encender la luz, tomó su libreta y escribió: No pones la vida en los libros. La encuentras en ellos." 
[A. Bennett, Una lectora nada común, ed. Anagrama.]

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