Semana anti racista gusana (4 de 4). Historia de un Soldado (1984, Norman Jewison).

"Cuando volví a mi país natal, después de todas las historias sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera del autobús. Volví a la puerta de atrás. No podía vivir donde quería. No fui invitado a estrechar la mano de Hitler, pero tampoco fui invitado a la Casa Blanca a dar la mano al Presidente (Roosevelt)". Jesse Owens, tetramedallista de oro en las Olimpiadas de Berlín de 1936. 


El racismo estaba tan arraigado, todavía en la primera mitad del siglo XX, en la sociedad blanca norteamericana que incluso durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los soldados negros no fueron movilizados para el combate hasta 1944. No los querían ni como carne de cañón. 

No sé si recordarán el enfado de Spike Lee con Tito Clint cuando el abuelo estrenó su (aburrido) díptico sobre la WWII (Banderas de nuestros Padres + Cartas desde Iwo Jima). El motivo de la indignación de Lee fue que Tito Clint había "olvidado" incluír soldados negros en sus películas. Algo parecido a lo que cabreaba a Antonio Machín en su inmortal canción. Spike Lee quiso remediar la injusticia dirigiendo El Milagro de Santa Ana (2008) para dejar constancia filmica de los botones de los que su raza también habían hecho gala durante la contienda. Le salió un churro de película, pero ésa es otra historia.

El caso es que 25 años antes de esta polémica, el gran director Norman Jewison ya había denunciado el asunto en su convencional pero entretenido drama cuartelario titulado Historia de un Soldado, otro ajuste de cuentas a uno de los más vergonzantes episodios de la Historia USA. Si bien es cierto que a Jewison no le quedó una película tan magistral como su merecidamente oscarizada En el Calor de la Noche (1967), Historia de un Soldado sigue siendo, vista hoy día, una obra que, sin abandonar la segunda división de Jewison, merece la pena rescatar del olvido aunque sólo sea como homenaje a las buenas intenciones (un pelín naíf si atendemos a que estamos ya en 1984) de los responsables de sacar adelante un proyecto tan, a priori, poco taquillero como éste.


El actor Howard E. Rollins Jr. había sido nominado al Oscar por su interpretación en otra película que, pocos años antes, también había denunciado la segregación racial en los USA: Ragtime (1981) de Milos Forman, una obra de exquisita ambientación en la que Howard E. Rollins Jr. daba vida a un pacífico ciudadano negro que se rebela violentamente contra los atropellos arbitrarios de la población blanca de los USA de comienzos del siglo XX. En Historia de un Soldado, Howard E. Rollins Jr. vuelve a meterse en la piel de un personaje muy parecido, el capitán Davenport, uno de los poquísimos oficiales negros que tenía el US Army en 1944, sólo que, esta vez, Davenport será todo frialdad y profesionalidad a la hora de buscar Justicia.

El capitán Davenport es el oficial designado para investigar el asesinato del sargento Waters cuyo cuerpo es hallado en una carretera cercana a un cuartelucho de Louisiana que, para el que no lo sepa, es uno de esos estados del Sur profundo en los que el KKK campaba a sus anchas. Como el sargento Waters es negro, todo apunta al Klan como responsable de su muerte. Pero la investigación del capitán Davenport comenzará a sacar a la luz algunos hechos que parecen contradecir esta suposición. La investigación plante un problema extra: el investigador del caso, el capitán Davenport, también es negro y ¡cuándo se ha visto que un negro interrogue a un blanco por muchos galones que luzca en sus hombros!. Pero Davenport está determinado a conseguir esclarecer la verdad pasando por encima de la prepotencia blanca y el victimismo negro (ésta es la mayor virtud de la película: hay leña para todos).


Así que Historia de un Soldado es también una película de detectives de ésas en las que el sabueso va tirando del hilo hasta descubrir el pastel. Aunque, en este caso, la narración sea la que hace de investigador al recurrir a los flashbacks para ilustrar las declaraciones de los testigos a los que sistemáticamente va interrogando el capitán Davenport quien parece más un notario que levanta acta de los hechos que un abogado encargado de alumbrar las sombras para sacar a la luz la Verdad. 

Nada es lo que parece en esta historia de ¿quién mató a...?, una historia que multiplica su atractivo al estar enmarcada en un momento histórico tan convulso para la sociedad occidental y tan amargo para muchos ciudadanos de segunda categoría que formaban (a)parte de ella.

No quiero contar mucho más del argumento de Historia de un Soldado para no chafarles el componente thriller (que tampoco es que sea su gran baza) de este drama racial, así que les invito ahora a que disfruten del vozarrón del músico y actor Larry Riley que interpreta uno de los personajes clave en Historia de un Soldado, una película ideal para las tardes invernales y lluviosas de domingo.

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