TRAGEDIA EN CLAVE DE AZUL




                                                                             A José Guerrero  que se perdió entre sombras azules


Quien miró a los ojos de un poeta lo sabe.
Supo que el azul
era el fulgor destilado
que la memoria vierte
sobre los lienzos de figuras inefables.

Cómplice, descubrió en sus ojos
el arcano intemporal de la alquimia
y los más confusos consorcios de la luz.
El azul dormido en el margen habitable de sus palabras.
El falso azul sideral de las estrellas muertas
que se estamparon en el tornasol de los marcos y ventanas.
El estúpido azul fronterizo de los mapas.

Traspasadas de azafrán
las nubes rojas de Egipto
azules también en la metáfora primera del cielo.

Lloró el frenético azul apresurado
de las ciudades furiosas, el azul empolvado
de todos sus sótanos y armarios. Aquel, que por mirar
a los ojos de un poeta
manchó de tinta azul la paz de sus días
y comió los muérdagos más inquietantes
de quien por azul depuso su osadía.

Y quizá el último poema
azul despierte para siempre
entre un tango de dulces calvarios
entre un tiempo mojado de muslos calientes y azules rasgados.

Quien miró a los ojos de un poeta
lo buscaron más tarde por la vida
y tan sólo encontraron
rastro de polvo azul en sus zapatos...

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