Dejen todo en mis manos – Mario Levrero

Tercera y última novela recogida en el volumen de Debolsillo. Anteriormente la editorial Caballo de Troya (el sello casi más que editorial) fue la encargada de sacar a la luz esta obra del genial escritor uruguayo. Esa misma obra la tengo en mis manos y fue la que leí el uno de enero de 2010 (dato que sé porque lo tengo recogido en mi diario) entre las dos y las cinco de la mañana, aproximadamente. Ahora he vuelto a releerla.

Lo primero, y antes de meternos en materia, se podría decir que en realidad no tiene mucho sentido que esta novela se recoga en el mismo volumen que Nick Carter y La Banda del Ciempiés. Si bien las tres parodian de alguna manera el género policiaco, no es menos cierto que, mientras que las dos primeras tienen un ritmo alocado, surrealista y expresionista, la tercera se enmarca en una realidad física palpable, es de corte más realista y bastante más pausada y reflexiva que las dos anteriores.

Un escritor, trasunto del propio Levrero, se ve apurado económicamente por lo que decide ir a visitar a su editor para que le coloque una novela o le dé al menos un adelanto. El Gordo, su editor, le propone un trabajo a cambio: investigar quién se esconde bajo la figura de Juán Pérez, la persona que ha enviado un gran manuscrito a la editorial pero que ha olvidado poner dirección para contactar con él. Y la novela es buena. Muy buena. El protagonista necesita el dinero así que acepta el encargo.

Comienza así un viaje a una ciudad de interior uruguaya, semidesierta, lúgubre, con el ambiente enrarecido. No en vano, la ciudad es Penurias. Donde la gente te mira con desconfianza, a ciertas horas todo el mundo anda sesteando y el periódico sale una vez a la semana y no es local sino comarcal. En Penurias lo mismo te encuentras a un antiguo compañero de clase que te robaba los lápices de colores como a un tipo que fotografía cosas minúsculas. Lo mismo visitas librerías donde no tienen un solo libro, y sí alguna revista, que te enamoras de la prostituta del lugar.

Así, las investigaciones del escritor metido a detective acaba, como es de esperar, sin ningún resultado. Pero todo el viaje ha sido una gran experiencia. Incluso el lector puede obviar las tres últimas páginas donde se "resuelve" todo y el resultado seguiría siendo brillante.

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