Diario III

Se aparecen en mis sueños, estos animales, estos lomos pálidos que me llevan, sobre los que recorro el mundo. La niña se sienta y me dice, cuándo hablarás de nosotros, cuando seremos la voz de tu memoria. Yo sonrío, asiento, digo, cuando estemos en los bosques, cuando volvamos al hogar que nos espera. Y ella sabe que es su voz la que ahora habla, ahora y siempre, la muchacha sin nombre que sin embargo es, es alguien aquí en mi cabeza, aquí en este cuarto en el que escribo.

A veces pienso, por qué la niña. Por qué no un hombre o un muchacho. Siempre las niñas, las chiquillas de cuerpos delgados, de manos blancas que acarician. Vienen y me hablan, en las fotografías, en las películas que siempre veo, vienen y me dicen, quédate, no crezcas, no te hagas mayor nunca. Y yo me aferro a este cuerpo, a estos años que me pesan, me aferro y digo ya no más, ya no quiero, no quiero hacerme vieja. Por eso siempre las niñas, las muchachas, las jóvenes que juegan junto al río. Por eso el bosque y las criaturas, el lomo cálido del animal soportando mi peso.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

*