EL LINGOTAZO

La noche del viernes la pasé en un box de un hospital de Valencia. El ímpetu con que tomé un lingotazo de tequila me produjo un esguince cervical mientras cenaba con unos amigos en un restaurante mexicano. Me quedé con los ojos muy abiertos mirando al techo mientras el tequila, aun sin tragar, salía despacio por la comisura de los labios y bajaba por el cuello hasta empapar mi camisa. El médico de guardia fue muy amable diciéndome: "Amigo, no ha sido nada, simplemente son los años. La próxima vez que vaya a hacerlo, procure calentar antes".
Y ahora estoy aquí, en los probadores del Decathlon, eligiendo frente al espejo el primer chandal que me voy a comprar en mi vida. Es patético.

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