a puro grito y en silencio


Usted no sabe qué imposible
es decirle que la amo.

Esta imposibilidad de mí
que se llama timidez
va de mi voz a mis poemas.

Es por eso que no sé decirle
que sus ojos pardos
que a veces son verdes
son a veces ojos
y a veces un hogar de árboles
por donde ya juegan chiquillos
a patear las hojas y hacerlas volar
con nuestros apellidos.

Usted no sabe qué imposible
es decirle que su voz
es el ruido que hace mi soledad
al quebrarse,
que su rostro
es la luz que orla de reminiscencia
mis ojos cerrados
cuando esta puta oscuridad.

Decirle que usted es tan perfecta
que hace de lo ideal
una mera aproximación milagrosa,
que mi corazón está viviendo
de prestado en mi pecho
esperando pronto regresar
a casa,
a su casa.

Usted no sabe qué imposible
es decirle que la amo.

Esta imposibilidad de mí
que se llama timidez
va de mi voz a mis poemas.

Es por eso que no sé,
que no alcanza mi voz ni mi palabra
a contarle que su nombre
ha enfermado a mi vocabulario
de incapaz repetición,
que ahora son lolas
las que sobrevuelan
gráciles y níveas
las costas de mi pueblo,
que son lolas espumosas
las que preñan de saliva blanca
el espigón,
que es una dulce lola
la que arrastra los diarios por las aceras
y hace volar mi sombrero,
que es una fulgente lola
la que asoma ámbar en los azules
sobre esta tierra antes yerma
en la que hoy florecen
lolas coloradas como corazones.

Usted no sabe qué imposible
es decirle que la amo,
qué imposible articular que la amo
cuando todo es que la amo,
cuando quiero decirle que la amo
y no puedo, no soy capaz
y escondo tímido que la amo
y no le digo que la amo.

No le cuento que imagino
desordenados lechos
donde sólo huele a sexo
y a nosotros,
que a veces palpo lo inerte
enloquecido
a la búsqueda de su latido
y de su piel lejana,
que me colma de sangre
la sola idea de tocarla,
de recorrerla,
de derramarme
allá donde usted empieza
y termino yo,
acaso viceversa.

Usted, Lola, no sabe qué imposible
es decirle que la amo.
Por eso lo callo.
Por eso lo escondo.
Por eso tan cobarde
susurro tan bajo
y en mi rincón
que la amo,
que usted es la mujer de aire
a la que siempre dediqué mis apóstrofes
y a la que hoy dedico suya y de carne
esta vida mía de pan y poesía,
esta mi entera cobardía.


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