Engaño progresivo, de Adriana Bañares Camacho



Mi vida antes de Google

Marie se tira por la ventana y minutos después alguien sale del cine. Es mil novecientos noventa y ocho y yo tengo diez años y quien nace hoy tiene trece, como los que tenía yo cuando empecé mi primer diario. Aún sin Internet. Avergonzada tanto por  jugar –aún– con barbies. Nunca lo escribí. Que no lo sepa nadie. Mis barbies no sobrevivieron a Internet. No sobrevivieron a la literatura. No sobrevivieron a la adolescencia No hace mucho de mi vida antes de Google. Dos mil seis. Verano. Noche. Chat de Terra. Sala de autor en la categoría cine del chat de Terra. Madrugada. Una cuadrilla de freaks con nicks pedantes improvisando guiones de madrugada. Antes de eso, la n­ada. Nadie sabía qué escuchaba si no le pasaba mix tapes. Qué retro te pones a finales de los noventa principio de los cien. Qué sientes ni qué me importa tu ruptura emocional tus versos gilipollas en blog. Tus estados de Facebook tus Tweets o tu estado civil. Mi vida antes de Google no rimaba / ni siquiera conocía / la poesía contemporánea. Mi vida antes de Google tenía sus noches, sus licores, sus despertares post virginales aún inexpertos sin foto Tuenti del día después como píldora anticonceptiva. Tenía libros de biblioteca; trabajos donde sí se citaba una fuente que no fuera la jodida Wikipedia. Mi vida antes de Google aspiraba a un futuro pero no a un presente. Sacar dinero de hasta debajo de los cojines del sofá para el último disco de los Red Hot o la súplica del “bájatelo de Internet” al colega friki que ya tenía novia por Internet y que aún sigue siendo virgen. Mi vida pre-Google conocía la intimidad sin necesidad de buscarla o evitarla. Mi vida antes de Google no necesitaba seudónimo porque era anónima con mi propio nombre. Mi vida antes de Google era menor de edad y no necesitaba Adsl para escribir mi intimidad de ficción bajo llave.

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El miedo

Un delirio estúpido, taquicardia o sugestión, un dolor nuevo y un temor vergonzoso a morir.
Un temor obsceno. Un temor repugnante.
Un miedo cobarde.

Sepsis.
Búsqueda interminable, señales. Lesión psicosomática o dolencia real en cérvix.

Impotencia. De verdad o ficticia. Ausencia de aire al dormir. Temor a la noche, a la inconsciencia. Sueños rápidos estando despierta. Los pensamientos se presentan en fotogramas. Por cada latido un nuevo clic. Clic. Clic. Aceleración del hardware. Miedo a un ataque. Miedo a morir. Absurdo y simple. Vocación de sobrenatural. Algo me come.

Algo me come. Lo siento.
¿Me lo merezco?

Enciendo todas las luces. Busco mi reflejo
deformado en el espejo pero estoy despierta.

Mi cama tiene dientes. Mis sueños son la enfermedad que grita mi nombre. Que golpea mi pecho. Que me asfixia y me retiene. Una parte de mí cae y se rompe. La otra trata de mantener la calma pero ya no queda aire. Solo miedo y nuevos síntomas. Solo miedo y oscuridad.

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