soñar que todavía


Soñar que desnudo en el gran centro comercial tras el desastre.
La hilera de los maniquís que tullidos adquieren grotescas ilusiones de sociedades,
por ejemplo
aquella mujer de ojos grises y lencería a jirones que levanta un único brazo articulado
esperando una caricia que ninguna de las otras erguidas penumbras va a ofrecer.

Poco es capaz de aguantar el hombre que sueña
las horas desprovistas de voces
sin llegarse en algún punto desesperado a abrazar alguno de aquellos cuerpos incompletos
y ferozmente parados en la mitad del vacío.
Escojo aquel que mira desde el vidrio partido
a un cinéreo bulevar preñado de automóviles de nieve
y voy pasando mi decrepitud de diez dedos titilantes a través de su gélida cintura
hasta juntar nuestras dos muertes,
venir a dar a luz acaso al último de los cuerpos con vida.

Poco es capaz de aguantar el hombre que sueña
las horas desprovistas de ternura
antes de musitar otra vez el nombre de los nombres a un oído sordo de sintéticas geografías
y decir TE AMO con el último de los TE AMO
que el hombre que sueña es capaz de depositar en los objetos
como una semilla de yggdrasil que se deja caer en la brea.

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