Las lágrimas del Pato Donald, de Ángel Fernández Fernández



El mundo alrededor

Yo soy el camarero
del bar donde repostas.

El frutero que elige
la sandía mejor
y te invita a una raja de sonrisa.

La muchacha del supermercado
que te mira el carnet con cada compra
(y que se sabe tu nombre,
tu edad, tu dirección).

El portero que te dice buenos días
(y deja de leer por ti el periódico).

El vecino de enfrente
y el que está en el paso de cebra
de la esquina
(justo cuando cruzas).

Soy todos para ti.
El mundo alrededor.

**

Una mujer

Hay una mujer joven y hermosa
que acude todas las tardes
al parque infantil del barrio.

No lleva niño.

Solo un libro que, de vez en cuando, lee.

A veces, solo a veces, se acerca a los columpios,
y balancea unos ojos que se duermen mirando
la luz en las cadenas.

Y unos pies diminutos que con sus puntas rasgan
las nubes en un cielo
que no siempre es azul.

**

Realismo sucio

Quieres ser realista sucio
y te viene muy bien llamar cabrón,
sin metáfora alguna,
al cabrón de tu jefe.

Hijo de puta, sin ritmo,
solo la imagen que es,
sin florituras,
utilizando guiones entre las palabras,
tal vez mayúsculas:
HIJO-DE-PUTA.

Y acabar el poema
con versos transcendentes:
llora y quédate seco,
que tu sed se mitigue
lamiendo mi sudor
de gañán explotado.

Y al final, reforzada,
la idea del inicio:

Que te pudras, cabrón.

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