ENGLAND: Flirt

"It's a great huge game of chess that's being played all over the world if this is the world at all, you know. Oh, what fun it is! How I wish I was one of them" (Through the looking glass, Lewis Carroll)

MULA
En Flirt, cada pared está pintada de un color diferente. Hay una lila, otra verde. Hay una blanca, una azul y otra marrón. Es el lugar preferido de Jandro, que me ha dejado aquí porque se ha tenido que ir a trabajar. Me fascina el techo del que cuelgan barbies y madelmans antiguos como si fueran marionetas junto a una bola de discoteca. Hay cuatro televisores que emiten a la vez cuatro videoclips distintos. La música que suena en el ambiente no tiene nada que ver con ninguno de ellos. Hace media hora que estoy solo, observando, cuando una dulce camarera me pregunta:
—Are you finished with that?
No puede disimular su acento español, ni yo tampoco. Pero ninguno de los dos está dispuesto a cambiar de idioma si no lo hace primero el otro.
—Yes, thank you le digo, y se lleva mi taza de café vacía.
Suena una canción de REM. Una china con jersey atraviesa la sala directa al piano del rincón. Levanta la tapa que cubre las teclas y empieza a tocar una pieza alegre que no reconozco. Se diluyen unos y otros sonidos con las conversaciones. Un chico negro juega al ajedrez con una pelirroja mientras toman el té. Junto al ventanal, bajo un cuadro de Diana Ross, un niño está sentado en una alfombra roja con un oso de peluche gigante. Flirt es una extraña mezcla entre manicomio y ludoteca.
Me levanto a pedir otro café. Llueve en el exterior, no tengo ganas de ir a ninguna parte. Dejo en mi asiento las bolsas de ropa que compré en Primark igual que hicimos antes con Jandro.
—Esto es Bournemouth. Confia en la gente. Aquí nadie te va a robar.
Supongo que él lo sabe bien. Lleva viviendo aquí casi un año.
—Another regular Capuccino, please.
—Ok, darling —responde la camarera, ya riéndose de la situación.
Estoy sentado en un sofá rojo. Aquí todos los asientos son distintos. Como recogidos de la basura, pero limpios y restaurados. Es como una fiesta del no-cumpleaños. Cojo un diario y leo por encima las noticias pero solo hablan de lo de Jimmy Savile. Estoy harto de este tema. Cada día salen testimonios nuevos. Al final va a resultar que este hombre abusó de todos los niños de Inglaterra.
El chico negro le corrige una jugada a la pelirroja. Le explica con el alfil en la mano por qué no ha sido un movimiento inteligente y la invita a rectificar. Hay gente que viene aquí a hacer esto de verdad. Gente real. Yo no puedo evitar pensar que son personajes de novela.
—Aquí tienes tu Capuccino —se rinde la camarera.
—Así que eres española.
—Sí. Llevo aquí desde el verano.
Yo estoy de vacaciones, visitando a un amigo. Trabaja limpiando unas oficinas.
—¡Ah, muy bien! Pues que te diviertas.
Jandro y esta chica son el tipo de emigrantes que nunca saldrían en Españoles en el mundo. Nadie se cree ya ese programa. Aunque Jandro y esta chica parecen felices con su aventura.
El chico negro le hace jaque mate a la pelirroja. Ella se ríe y le da un cachete en el hombro, recriminándole su victoria. Hace cinco años, escribí en Londres una obra de teatro sobre una mujer que se enamoraba de su profesor de ajedrez. Me gustaría que ellos lo supieran, pero no se lo diré. Además, ya es tarde y ha dejado de llover.

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