el escritor



edward steichen




Entonces supe que podía llegar a enamorarme de él. Nunca le había prestado demasiada atención y eso que era guapo, hasta aquel preciso momento en que reparé en su rostro de mirada melancólica con algunas pocas arrugas.
Era un escritor extraordinario a quién yo admiraba en silencio y al cual elevaba a la categoría de único, casi. Tal vez su historia poco conocida para todos incluso para mí, aunque algo podía llegar a adivinar, era algo más que me atraía. Sabía que buena parte de su familia había sido desaparecida durante la última dictadura militar, pero desconocía en profundidad los detalles.
Quizás esa necesidad de abrazarlo fuerte y decirle, a pesar de lo inmensamente triste que era su vida, que todo podía cambiar me alentaba a insistir. Tal vez la ilusión de llenar de flores el escritorio donde solía perfilar sus personajes o de café cargado su taza, las noches que debía terminar algún trabajo y el sueño lo invadía.
El escritor. Él era “el” escritor. Como pocos. Como nadie. Sin embargo, me quedé callada perdida en mi mundo de ensoñación aumentando día a día mis fantasías sin ninguna posibilidad de llegar a ninguna parte. Como siempre.


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