Dios Tiranosaurio y Margarita Buber



Margarita Buber se había licenciado en Paleontología muy Cum Laude y a distancia hacía escasos tres días y ya concluía en magistral hallazgo el miércoles de la misma semana: Dios era necesariamente e inequívocamente un Tyrannosaurus Rex.

Primero se vió asaltada por siete u ocho eurekas de los de sentirse importante y de Nobel ipso facto, todo brincos por el estudio y grititos como de ardilla, pero al momento se le puso el miedo en el cuerpo y empezó a mirar sudando por las ventanas a las nubes muy quieta y muy temerosa y muy preocupada adivinando heterodoncias asesinas en los cúmulos y en los rayos de sol.

Táctica y estratégica, Margarita Buber empezó a partir del jueves a quedarse paradita, estática, hierática y estatuaria en el mismísimo segundo en el que dieran las doce vigilando muy mucho de que el Señor no la viera y se la zampara de un solitario y carnívoro mordisco. Sólo Margarita Buber sabrá por qué a las doce y no, por ejemplo, a las tres, que también había dinosaurios a esas horas y hasta Dios, pero el caso es que ya estuviera en la cola de la perfumería, planchando blusas, escribiendo un ensayo, impartiendo clases, lavándose el núcleo o esperando en el parque a Julián insolvente y enamorado, daban las doce en los relojes y pam, ahí tienen ustedes a Margarita Buber más tiesa que un Rodin.

Y ya fuese por azar o por Gracia sucediose un catorce de febrero que le dieron las doce-cero-cero mientras cruzaba desnortada y colorada la avenida General Johnson a decirle por fín que sí al Julián. Miró el relojito de colores, las doce en punto, se puso a hacer el maniquí en mitad de la carretera con el reojo bonito en Dios Rex, y una ambulancia que venía sobrevolando el alquitrán echando luces a salvar algún transeúnte a medio infarto le partió el cúbito, el húmero, el fémur, el cóccix, las rótulas, el maléolo interno y el externo, el temporal, el parietal y hasta el mismo agujero del culo mandándola en siete volteretas a parar a tres calles vista.


Y Dios la vió. Y se la comió. No se sabe si por moverse o por quedarse quieta.

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