Amor gradual

Nunca fui, lo confieso, un entusiasta de Ashbery, y he militado, casi, contra cierta moda de los manierismos ashberianos: esa tendencia a confundir elusión con reflexión; esa insistencia mecánica en las interrupciones; esa especie de artefacto digresivo que desprecia la síntesis; ese difuminar la anécdota cuando ya de por sí era banal; y un irritante etcétera. Sin embargo, porque a los poetas grandes se los relee incluso sin querer, me sorprendo admirando a un Ashbery distinto en Como un proyecto del que nadie habla. Magnífica y, en el mejor sentido, caprichosamente traducido por el uruguayo Roberto Echavarren: «es necesario escribir acerca de las mismas cosas/ de la misma manera, repitiendo las mismas cosas una y otra vez/ para que el amor continúe y sea gradualmente diferente. (…) Sólo entonces la falta de atención endémica/ de nuestras vidas puede enroscarse alrededor de nosotros, amistosa». Quizá la poesía sea ese atento tentáculo que, a fuerza de enroscarse y repetirse por los siglos de los siglos, nos permite distinguir un día de otro.

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